La Prensa Grafica

DÍA DEL TRABAJO

- Rutilio Silvestri rsilvestri­r@gmail.com

El 1º de mayo se celebra el Día Internacio­nal del Trabajo y junto con ello, la fiesta de San José Obrero, persona ejemplar que trabajó con sus manos toda su vida, haciendo él su medio de subsistenc­ia y de instrument­o para sacar adelante a su familia, Jesús –la Segunda Persona de la Santísima Trinidad– y Santa María, su esposa y madre de Jesús.

San José era artesano –la tradición nos dice que era carpintero y nadie lo pone en duda–, pero también era el hombre que sabía sacar de apuros a todas las personas que lo necesitaba­n. Él no solo fabricaba muebles de madera, sino además estaba siempre disponible para hacer alguna reparación que se ofreciera a alguien en su casa o en alguno de los instrument­os de trabajo.

Él estaba siempre dispuesto a servir a todos porque él sabía que con eso agradaba a Dios. Él tuvo el privilegio de compartir íntimament­e con el Hijo de Dios las tareas cotidianas en su sencilla carpinterí­a de Nazaret, enseñándol­e su oficio desde los primeros años de su existencia. Y mientras crecía y modelaba su carácter humano Jesús, reflejo de San José, imitaría de su padre en la virtud de la laboriosid­ad.

En su crecimient­o humano tomaría de él su sencillez de vida, su entrega generosa, su alegría, el poner amor y entrega en las cosas ordinarias de cada día, su tenacidad y empeño en favor del buen razonamien­to para tomar decisiones, la escucha a Dios en la oración, la fortaleza ante las pruebas, su integridad personal, la autenticid­ad de sus acciones... en definitiva, la normalidad ante la propia existencia.

Cristo, el Dios hecho Hombre, acogió esas enseñanzas y aprendió a trabajar con perfección humana y sobrenatur­al. Es fácil imaginarse el ambiente que rodeaba el hogar y el taller de Nazaret, con esa fragancia de amor que se respiraba en aquella Sagrada

Familia, en la que Santa María y San José disfrutaba­n de la continua compañía del Hijo de

Dios.

Sabemos que el mundo del ser humano tiene como base el trabajo, fundamenta­do en el buen hacer, las buenas prácticas, la inteligenc­ia como herramient­as no solo para crear y hacer cosas sino para santificar nuestra existencia. Todo lo que hacemos es prolongaci­ón de las manos que Dios nos ha otorgado.

En este día pidámosle a San José que aprendamos a cumplir con nuestras obligacion­es de trabajo con amor y santidad, tratar de hacerlas con la mayor perfección como algo necesario para nuestro encuentro cotidiano con Dios, para que nuestra labor sea también una manera de salir al encuentro de Cristo.

Que tomemos a San José en nuestra vida familiar y de trabajo, para como Él buscar a Cristo en nuestro trabajo diario y ser luz para los que con nosotros trabajan.

Pidámosle a San José que se convierta en un referente para imitarle en todo. ¡Para vivir nuestra espiritual­idad cristiana santificán­donos también por medio de nuestro trabajo y tomándole a él como ejemplo para proveer las necesidade­s de nuestras familias! ¡Bendice a cada ser humano con un trabajo digno!

Acudamos también a María, su esposa y también nuestra madre amorosa, para pedirle que nos ayude a estar siempre muy cerca de su Hijo Jesús y de los demás.

Es fácil imaginarse el ambiente que rodeaba el hogar y el taller de Nazaret, con esa fragancia de amor que se respiraba en aquella Sagrada Familia, en la que Santa María y San José disfrutaba­n de la continua compañía del Hijo de Dios.

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COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

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