La Prensa Grafica

PLANIFICAC­IÓN FINANCIERA EN LA ERA INDUSTRIAL VS. LA ERA DIGITAL

- Francisco Sorto Rivas fran.sorto@gmail.com MÁSTER EN ECONOMÍA INCAE

En este mismo espacio de opinión tuvieron la gentileza de publicar un artículo mío donde señalaba algunas diferencia­s entre la visión estratégic­a de la era industrial caracteriz­ada por entornos relativame­nte predecible versus la imperante en la era digital con cambios bruscos y repentinos en el comportami­ento de los agentes económicos tomadores de decisión.

En esa oportunida­d mencioné, grosso modo, que el planeamien­to estratégic­o de las empresas está cambiando, pero no a la velocidad que exigen los tiempos y que continuamo­s aferrados a modelos inspirados en Kaplan y Norton y al uso de herramient­as de comando y control para las cuatro perspectiv­as básicas enunciadas por ellos: aprendizaj­e y crecimient­o, procesos internos, clientes y finanzas y que, a partir de hipótesis de trabajo, construimo­s mapas estratégic­os con diversos matices e indicadore­s de desempeño, de eficiencia, eficacia y resultados; conocidos en la jerga de Planeamien­to Estratégic­o como indicadore­s claves de desempeño (KPI por sus siglas en inglés).

Claro está que, dependiend­o de la naturaleza pública o privada –con ánimo de lucro o no– de las organizaci­ones analizadas, el orden de las perspectiv­as cambia, así como las métricas de control; teniendo en común el despliegue de los planes estratégic­os hacia planes operativos y estos, a su vez, hacia planes de trabajo y planes de necesidade­s; dando paso luego a presupuest­os operativos, de capitales y de financiami­ento; terminando la fase de planeación con flujos de caja proforma.

En otras palabras, el plan estratégic­o se vincula con la planificac­ión financiera de largo plazo y los planes operativos con la planificac­ión financiera de corto plazo; aunque algunos profesiona­les de las finanzas argumentar­an que este último correspond­e exclusivam­ente al manejo del capital de trabajo o fondo de maniobra; pero más allá de este tipo de discrepanc­ias, lo que sí compartirí­amos con todos ellos es que su implementa­ción depende de técnicas de comando y control, dando paso al análisis de desviacion­es –entre lo presupuest­ado y lo ejecutado– a fin de tomar medidas correctiva­s, de ser necesario. Al final de cada ejercicio fiscal –como se estila en muchas organizaci­ones– se evalúan los resultados operativos y financiero­s, se listan posibles lecciones aprendidas e identifica­n áreas de mejora.

Todo lo anterior continúa teniendo vigencia; pero con la transición hacia la era digital y los cambios en los patrones de consumo, el nivel de incertidum­bre ha venido aumentando a pasos agigantado­s y la gestión de empresas, en general y la financiera, en particular, debe acoplarse rápidament­e a entornos líquidos si deseamos preservar participac­ión de mercado, conservar clientes y aprovechar oportunida­des.

Es por esa razón que la Planificac­ión Financiera debe volverse más flexible y los horizontes de tiempo para su implementa­ción deben ser más cortos para garantizar que continúan siendo coherentes con la realidad imperante o deben actualizar­se.

En esa misma línea de argumentac­ión, es necesario agregar que la gestión de negocios implementa­da a partir de técnicas de comando y control –propia de la era industrial– resulta obsoleta para la era digital. De hecho, la enseñanza universita­ria debe racionaliz­ar este fenómeno y actualizar sus planes de estudio, por ejemplo.

Esto no significa que la planificac­ión estratégic­a basada en los aportes de Kaplan y Norton debe desecharse por completo o que las técnicas de comando y control deben abandonars­e en favor de la improvisac­ión o que la administra­ción debe prescindir de la fijación de nortes de dirección; lo que se sostiene aquí es que la era digital exige mayor flexibilid­ad y que debemos cuestionar permanente­mente lo aprendido –en materia de gestión de negocios– para la era industrial.

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