LAS GANANCIAS DE VOLVERNOS A ENCONTRAR
En las últimas semanas me he dedicado a valorar cada vez más la experiencia de volvernos a encontrar. Pasamos de una etapa de distanciamiento físico a una en la que podemos estar cara a cara, darnos un abrazo y vernos sonreír. Puede parecer pequeño, pero no lo es. Estar cerca de las personas y apreciar las interacciones no solo es positivo emocionalmente sino también económicamente a nivel macro.
Inicié una nueva experiencia como catedrática. Estoy impartiendo una materia relacionada con la comunicación estratégica y, como era de esperarse, hay muchos contenidos que requieren de la presencialidad.
Tuve una primera clase con un grupo de manera virtual y otra con un grupo de manera presencial. En ambas clases los alumnos se debían presentar por un minuto. En la clase presencial a los alumnos no les alcanzaba el tiempo, querían seguir contando sobre ellos, lo que les apasionaba, sus ocupaciones y más. En la clase virtual sobraba la mitad del tiempo, en treinta segundos ya habían dicho lo necesario y no se percibía interés en contar más. En esa clase, no dudo que todos hicimos nuestro mejor esfuerzo, pero la ausencia de la magia de la presencialidad quedó en evidencia.
Con este mismo grupo con el que inicié de manera virtual, tuve dos clases más de manera presencial, la última fue el viernes por la noche y trabajamos en un taller de expresión verbal y corporal. Para mi sorpresa, aquel grupo que conocí y que noté un tanto reservado, ya en persona se “soltó” y ahora, pese al cansancio y al tráfico, pide que las clases sean presenciales, porque enriquecen más su aprendizaje.
La semana pasada también tuve la oportunidad de viajar y reencontrarme con algunos colegas que tenía mucho tiempo de no ver, incluso con algunos que conocía únicamente de manera virtual. Definitivamente las interacciones en persona exceden con creces las que suceden a través de la pantalla y, si bien eran el pan de cada día mientras vivimos la pandemia, cada vez son menos necesarias.
Mientras algunos prefieren trabajar de manera remota hay quienes siguen prefiriendo la presencialidad. Alguien me decía recientemente que le sería imposible trabajar todo el tiempo de manera remota pues, por su personalidad, se sentía aburrido, solo y con la necesidad de convivir con sus amigos y colegas de la oficina. Me habló también de que si trabajaba desde casa su jornada tenía hora de inicio, pero no hora de fin, y sí, según una encuesta publicada por Indeed en 2021, los trabajadores remotos eran más propensos que los trabajadores in situ a decir que el trabajo remoto empeoraba sus niveles de agotamiento.
La presencialidad trae consigo una ganancia emocional y también una ganancia económica para el ecosistema en general. De acuerdo con un artículo publicado por Forbes¹, se ha evidenciado que el trabajo remoto tiene un impacto adverso en lo económico. Alrededor de las empresas que siguen vacías, hay restaurantes, gimnasios, salones de belleza, tiendas, que han visto disminuir sus ingresos, afectando también los ingresos fiscales y el empleo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que en 2023 podría declararse el fin de la emergencia por covid-19 en el mundo; es momento de aplicar lo aprendido, valorar las interacciones personales y fortalecer las habilidades necesarias para continuar adaptándonos.
Definitivamente las interacciones en persona exceden con creces las que suceden a través de la pantalla y, si bien eran el pan de cada día mientras vivimos la pandemia, cada vez son menos necesarias.