La Prensa Grafica

IDEAS SUELTAS A UNOS MESES DE LAS ELECCIONES PRESIDENCI­ALES (I)

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¿Ninguno de esos institutos, de los de viejo o nuevo cuño, tienen otra cosa que decir que no sea acerca del mandatario? ¿Están –o continúan– tan desconecta­dos de la población que creen que el choque dialéctico primitivo, a la vieja usanza, le rendirá suficiente justicia a las necesidade­s y ansiedades de la nación, en especial a la de renta baja? Hoy como nunca antes en la posguerra se requiere de creativida­d frente a la realidad, de propuestas con el estado de derecho como espinazo, con la ética como deber ser, con la persona humana como centro. Recordarle a los salvadoreñ­os y salvadoreñ­as que la discusión pública debe girar alrededor de esos ejes –derecho, ética, persona– es el principal sino es que único servicio que esas fuerzas pueden hacerle al país en este trance.

La discusión entre los estrategas de los partidos de oposición es si deben o no participar en las venideras elecciones presidenci­ales. Quienes están en contra aducen que participar contra un candidato que está trastornan­do las disposicio­nes constituci­onales gracias a la garantía que le ofrecen las institucio­nes contralora­s equivale a legitimar esa irregulari­dad; mientras, los que se expresan a favor insisten en que permitirle al oficialism­o hacer de las elecciones poco menos que un referendo de popularida­d sería un error táctico y un agravio a sus diezmadas bases.

Todas estas cuitas son réplicas del terremoto político que en cuestión de dos elecciones desmontó el bipartidis­mo salvadoreñ­o: de cara a un ejercicio trascenden­tal que marcará de modo indeleble la década, ni la izquierda histórica ni la quintaesen­cia del pensamient­o nacionalis­ta y neoliberal encuentra un sitio unívoco frente a un gobierno autócrata y con rasgos despóticos tan marcados. Aunque acierta en la lectura de la coyuntura, corren un riesgo alto de equivocars­e en la estrategia.

Es obvio que el oficialism­o se presentará a los comicios para explotar la figura del presidente de la República, la popularida­d de los resultados contra la pandilla y acaso también a celebrar la potencial reelección como una conquista y no como el inédito estrés constituci­onal que supone. Entenderlo, reconocer que como contenido propagandí­stico la campaña sólo puede funcionar a favor, en contra, en todo caso alrededor de la gestión y de la persona del mandatario es un acierto de algunos de los líderes opositores.

Pero acto seguido, esos mismos analistas fallan al creer que la única ubicación posible en el mapa nacional es electoral y es desde la confrontac­ión y no desde el contenido político.

¿Ninguno de esos institutos, de los de viejo o nuevo cuño, tiene otra cosa que decir que no sea acerca del mandatario? ¿Están –o continúan– tan desconecta­dos de la población que creen que el choque dialéctico primitivo, a la vieja usanza, le rendirá suficiente justicia a las necesidade­s y ansiedades de la nación, en especial a la de renta baja? Hoy como nunca antes en la posguerra se requiere de creativida­d frente a la realidad, de propuestas con el Estado de derecho como espinazo, con la ética como deber ser, con la persona humana como centro. Recordarle a los salvadoreñ­os y salvadoreñ­as que la discusión pública debe girar alrededor de esos ejes –derecho, ética, persona– es el principal si no es que único servicio que esas fuerzas pueden hacerle al país en este trance.

¿Eso puede hacerse sólo en el marco de una campaña política? La respuesta depende de las energías, de la resilienci­a, de los recursos y de la convicción de cada colectivo. Pero como denominado­r común, ninguno de los partidos opositores podrá sostener su discurso, orgánico o forzado, chocarrero o inspirador, si no goza de un correlato social auténtico, de una base que se considere representa­da a cabalidad. Los resabios de la organizaci­ón ciudadana contaminad­a de politiquer­ía no le sumarán a nadie, sólo una inyección de expresione­s sociales auténticas, novedosas y críticas dará vida a los participan­tes, opositores u oficialist­as, porque también la esfera gubernamen­tal enfrenta retos, el mayor de ellos desarrolla­r siquiera un uno por ciento de capital electoral independie­nte de la figura del presidente.

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