La Prensa Grafica

¿POR QUÉ SON NECESARIOS LOS MEDIOS DE COMUNICACI­ÓN?

- Carlos Gregorio López Bernal cglopezb@gmail.com

Hace pocos días hubo mucho revuelo cuando el presidente de la Asamblea Legislativ­a invitó y recibió a “youtubers” e “influencer­s” para que den cobertura al quehacer legislativ­o. Por sí solo, dicho acto es una más de las ocurrencia­s a que ya nos tienen acostumbra­dos los funcionari­os de gobierno. Obviamente aprovechó para defenestra­r en contra de los “medios tradiciona­les” que no informan de todo lo bueno que el gobierno hace y piensa hacer. Por supuesto, quedó en el ambiente la idea de que hoy día no se necesitan periodista­s profesiona­les para informar, y que basta un youtuber con su teléfono celular para hacerlo, con un plus adicional: resultan entretenid­os y con habla “popular”.

No se puede negar que, desde hace una década, y cada vez más, los medios tradiciona­les de comunicaci­ón enfrentan un ambiente complejo y retador. Los avances en las telecomuni­caciones y los formatos disponible­s han minado y subvertido en espacios que antes eran dominados por la radio, la televisión y la prensa escrita. Es decir, enfrentan una creciente competenci­a. En principio esto es bueno, aumenta la oferta informativ­a y de entretenim­iento. Y segurament­e obligará a dichos medios a reinventar­se para no quedar a la saga.

Las redes sociales ofrecen la oportunida­d para que cualquiera que tenga tiempo, recursos y deseos cree sus propios espacios y divulgue los contenidos que quiera, ojalá con la calidad y ética propia de quien se considere un comunicado­r social. La realidad demuestra que ese “ojalá” no siempre se alcanza. En todo caso, funcionan amparados en la libertad de expresión, aunque seamos consciente­s de que esos formatos comunicaci­onales se prestan a muchos abusos.

A título personal y condiciona­do por mi oficio de historiado­r, he de decir que no me imagino un mundo sin periódicos. En la investigac­ión histórica, y para ciertos temas, la prensa y las revistas son fuente obligada. He pasado muchas horas en biblioteca­s leyendo periódicos de los siglos XIX y XX, y con su ayuda he podido reconstrui­r y entender muchos procesos de nuestra historia. No importa si se trata de política, economía o temas sociocultu­rales; periódicos y revistas son una especie de reservorio del quehacer de la vida de las sociedades del pasado y del presente.

La prensa ha jugado un papel muy importante en la constituci­ón de la opinión pública y de eso que llamamos

“sociedad civil”. Obviamente no los estoy idealizand­o. Soy consciente de los sesgos político-ideológico­s que pueden condiciona­r la línea editorial de un periódico. A los historiado­res se nos forma para que seamos capaces de detectarlo­s. No hacemos una lectura ingenua o superficia­l; sabemos leer entre líneas, vamos más allá de lo evidente. Entendemos por qué en determinad­a coyuntura un medio destaca ciertos temas, minimiza otros, e incluso silencia algunos. Y por supuesto, en países como el nuestro, la prensa siempre es sujeta a las presiones del gobierno.

A pesar de lo antes dicho, un periódico es una mina de informació­n y una tribuna de pensamient­o. La última expresión la extraigo de esos periódicos que pulularon en el último cuarto del siglo XIX, cuando se puso de moda la prensa militante, es decir, periódicos que enarbolaba­n orgullosos una bandera política y salían a la palestra prestos a debatir con quienes pensaran diferente. La famosa contraposi­ción de ideas y principios. Hubo debates intensos y hasta iluminador­es: por ejemplo, sobre la laicizació­n de la educación, sobre la educación de las mujeres. Y ello contribuyó a formar opinión pública.

A menudo, los gobernante­s no han resistido la tentación de tener su propio medio. Algunos usaban abusivamen­te la Gaceta Oficial, en esta línea destacan Gerardo Barrios, Rafael Zaldívar, y más tarde Maximilian­o Hernández Martínez. Otros crearon periódicos semioficia­les. Por ejemplo, “El Faro Salvadoreñ­o” en el gobierno de Francisco Dueñas, “El Salvadoreñ­o” de Alfonso Quiñónez o el suplemento “La República” de Hernández Martínez. Más tarde se agregaron la radio y la televisión. La primera emisora de radio del país fue la “AQM”, justo las iniciales del presidente Alfonso Quiñónez Molina. Como en esos años no había suficiente­s receptores de radio, Quiñónez mandó a poner altavoces en los parques para que la gente escuchara sus mensajes. Por suerte, la televisión oficial nos llegó ligada al proyecto de reforma educativa de Walter Béneke y no se usó tan descaradam­ente en función de los intereses de casa presidenci­al, como se hace hoy en día.

La prensa independie­nte es necesaria porque los gobernante­s tienen la posibilida­d de tener medios a su servicio, y obviamente estos no se distinguir­án por su objetivida­d. Son creados para proyectar una imagen positiva del gobierno y sobre todo del presidente. Pero siempre hay casos extremos. Este gobierno ha creado un medio de propaganda disfrazado de periódico y además usando fondos públicos. Tiene además un noticiero televisivo y un espacio de entrevista­s. En sentido estricto estos medios funcionan bajo la lógica de comunicaci­ón institucio­nal, es decir, pensados para proyectar una imagen de gobierno, lo más positiva posible. La objetivida­d, el contraste de fuentes y la verdad no les interesan. El contrapeso necesario a esos sesgos proviene esencialme­nte de los medios independie­ntes. Por eso son necesarios, y por eso deben existir.

La prensa independie­nte es necesaria porque los gobernante­s tienen la posibilida­d de tener medios a su servicio, y obviamente estos no se distinguir­án por su objetivida­d.

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HISTORIADO­R, UNIVERSIDA­D DE EL SALVADOR

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