LOS QUE CRECIMOS EN FAMILIAS DESINTEGRADAS DEBEMOS HACER ESFUERZOS CONSTANTES PARA QUE NUESTRAS PROPIAS VIDAS SE VUELVAN LA MEJOR ESCUELA
En estos tiempos, como una de las paradojas más recurrentes que van apareciendo en el diario vivir, la normalidad tradicional que a lo largo de los años estuvo tan arraigada, con gran frecuencia va produciendo efectos de muy alto poder desintegrador. Y esto es consecuencia de que lo que teníamos como normal –aunque fuera tan traumático– genera hoy, cada vez más, trastornos de alto impacto en el desenvolvimiento humano, tanto personal como social. Por lo cual cuando hacemos referencia a “los que crecimos en familias desintegradas” estamos en verdad refiriéndonos a que eso que en aquellos entonces fue una especie de maldición familiar reiteradamente encubierta, al ingresar en estos tiempos nos sirve de aprendizaje anticipado para funcionar plenamente en las condiciones que ahora imperan. No hay duda de que el vivir humano es un vivero de paradojas, y así tenemos que asumirlo para no extraviarnos a cada paso.
En esta época de aperturas y de quebrantos que se multiplican sin cesar, lo más imperioso es entenderse a fondo con la realidad en marcha, de tal manera que no haya cómo desconectarse de lo que pasa, aunque parezca muy ajeno al vivir de cada uno. Y esto podemos comprobarlo cotidianamente en el flujo de las noticias, que recoge los aconteceres del día a día en todos los rumbos del planeta como si no hubiera ningún tipo de fronteras. La conciencia del devenir también se ha globalizado al máximo; y esto es un beneficio de proyecciones impensadas sobre todo para países como el nuestro, en el que nadie –ni los más previsores y audaces– se imaginó que llegaríamos a este punto de apertura. Y eso evidentemente no tendrá vuelta de hoja, porque es el progreso haciéndose sentir en su auténtico sentido.
Este es un tiempo de aperturas visibilizadoras de toda clase, y por ello ya no hay forma de quedarse al margen, sea cual fuere nuestra condición individual o colectiva. Y como esto vino casi de repente, todos, al mismo tiempo, tenemos encima la exigencia de irnos acomodando creativamente en nuestros propios espacios de vida. Y justamente por eso todas las experiencias vitales pueden y deben servir de guías de instrucción sin limites de ninguna índole. Y si tenemos en cuenta todo lo que acabamos de mencionar, debe resultarnos cada vez más claro que esta es la primera vez en la Historia que los seres humanos de todas las latitudes experimentamos lo que significa compartir presente con verdadera vocación de futuro.
Los habitantes universales de este preciso momento histórico tendríamos que sentirnos y sabernos los primeros que podemos experimentar en el tiempo esto que es un inimaginado privilegio histórico, que por sus propias características, lo más lógico y probable es que nos acompañe de aquí en adelante. Desde luego, no hay que perder de vista el riesgo de que haya un colapso universal que deje las piezas rotas sobre el terreno, y por ello hay que cuidar nuestras acciones y nuestras omisiones al minuto, entendiendo esto como una responsabilidad sin límites de ninguna clase. Es la más delicada tarea por hacer en esta coyuntura global tan decisiva.
Y por eso mismo nos toca “hacer esfuerzos constantes para que nuestras vidas se vuelvan la mejor escuela”, como decimos en el título de la presente Columna. Y si nos volvemos escuela, la racionalidad puesta al servicio de la realidad tiene que mover todo lo que hacemos, en especial en los ámbitos prácticos. Porque, como se percibe sin ninguna dificultad en todos los ambientes, en este período histórico no prospera lo ideológico sino lo pragmático, y este es en todo sentido un signo de los tiempos, con lo cual la realidad se va inmunizando de distorsiones perversas.
A estas alturas del proceso evolutivo universal ya es inequívocamente patente que estamos superando viejas ficciones, como fueron las que enarbolaron las ideologías que dominaron por tanto tiempo el comportamiento global. Esto llegó a parecer lo más espontáneo del mundo, aunque era sin duda una cadena creciente de tortuosidades artificiosas. Démosle gracias a Dios por ese giro que
Al estar, inequívocamente, en la era del cambio, hay quienes se sentirán ilusionados y también muchos que no podrán ocultar su resistencia existencial. Y todo eso depende de los intereses específicos, sobre todo cuando lo enfocamos en el plano de la política.
hizo emerger la era del cambio, y pongámonos a la orden de éste, como debe ser.
Al estar, inequívocamente, en la era del cambio, hay quienes se sentirán ilusionados y también muchos que no podrán ocultar su resistencia existencial. Y todo eso depende de los intereses específicos, sobre todo cuando lo enfocamos en el plano de la política.
No es de extrañar, entonces, que haya tanta conflictividad de superficie, como la que vemos en el día a día. Esto habrá que superarlo para ir saliendo adelante de veras.
La efectividad del proceso actual no puede ni debe ser juzgada usando puntos de vista del pasado. Reconocer esto es básico para poder alcanzar un eficaz entendimiento de lo que significa el presente, en el que todo hay que aprenderlo y valorarlo de nuevo. Y por ello son vitales tanto la creatividad como la disciplina, con aderezo de aventura.
No busquemos deformar nuestra propia realidad usando fórmulas propias de tiempos pasados y traspasados: ahora es ahora, y así estamos llamados a manejarlo, con todas sus consecuencias y todas sus perspectivas. Avancemos, pues, por esa vía.
Se habla reiteradamente de educación; y, al respecto, la mejor escuela es la vida, y por ende lo vivido, sean cuales fueren las experiencias que ahí se hayan acumulado.
Y es que estamos aquí para ser ejemplo, en primer lugar para nosotros mismos.