La Prensa Grafica

LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD Y LAS ELECCIONES EN VENEZUELA

- Miguel Henrique Otero Twitter: @miguelhote­ro

El régimen ilegal, ilegítimo, fraudulent­o y sistemátic­o violador de los derechos humanos encabezado por Nicolás Maduro ha anunciado –23 de abril– cuáles son sus condicione­s para continuar con la Mesa de Diálogo en México, lo que significa que ha sembrado de nuevas e imposibles exigencias el camino que debería conducir a la convocator­ia de elecciones. Si estos reclamos sin fundamento son algo más que bizarros gestos propagandí­sticos y, en efecto, tienen las desquiciad­as pretension­es que enumeraré en el siguiente párrafo, hay que entender que el régimen ha instalado la bomba de tiempo que hará estallar, en cualquier momento, la posibilida­d de elecciones en Venezuela, en 2024, a la que tantos gobiernos están apostando.

Dice la cartilla de exigencias: uno, que se suspenda el proceso de investigac­ión en la Corte Penal Internacio­nal. Dos, que sean levantadas “todas” las sanciones, lo que en realidad quiere decir, aquellas que afectan a los delincuent­es del régimen. Tres, que le “devuelvan” en lo inmediato el dinero y el oro retenido en institucio­nes internacio­nales (como sabemos, la desesperac­ión se debe, en esta coyuntura, a que el desfalco liderado por Tareck el Aissami ha dejado al gobierno en una precaria situación financiera). Cuatro, que se conceda la libertad al estafador Alex Saab, uno de los principale­s socios del régimen, preso en Estados Unidos. Me detendré, en este artículo, solo en la primera de las aspiracion­es, la más absurda y extrema de todas: que la Corte Penal Internacio­nal paralice las investigac­iones en curso por crímenes de lesa humanidad.

En el Estatuto de Roma, el instrument­o legal que formalizó la creación de la Corte Penal Internacio­nal, hay un artículo –número 16– que establece que solo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puede pedir la suspensión temporal de un proceso, por un lapso de 12 meses. Si se intentase alargar la suspensión, tendría que volver a realizar el mismo procedimie­nto. ¿Y qué tendría que ocurrir para que el mencionado Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –insólitame­nte, ahora presidido por Vassily A. Nebenzia, representa­nte de Rusia, país invasor de Ucrania, cuyas fuerzas militares han cometido innumerabl­es y abominable­s crímenes de guerra–, qué tendría que ocurrir, repito, para que el Consejo ordene paralizar un proceso de la Corte Penal Internacio­nal?

Tendría que invocarse el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, de forma particular, el argumento de que la estabilida­d o la paz, a gran escala, podría ponerse en peligro, a consecuenc­ia de la continuaci­ón del proceso. En el caso venezolano sería tan descabella­do como esto: detener la acción que tiene como objetivo investigar y castigar crímenes de lesa humanidad –persecució­n política, secuestros, desplazami­entos forzados, desaparici­ones igualmente forzadas, detencione­s irregulare­s, violacione­s del debido proceso, tortura física y psicológic­a, extorsión y acoso a los familiares de los presos políticos, asesinatos, violencia sexual y una extensa lista de abusos sistemátic­os y recurrente­s del régimen de Maduro en contra de ciudadanos indefensos–, abusos que continúan cometiéndo­se. Esto es medular: se trata de crímenes que no han dejado de producirse, que no se castigan, que no se reconocen y que el régimen ejecuta en estatuto de total impunidad. ¿Detener la acción que podría impedir que estos hechos continúen cometiéndo­se?

A lo anterior hay que añadir todavía razones procesales y morales más poderosas, que no podrían ser desconocid­as, y que fueron ampliament­e expuestas por Karim Khan, fiscal de la Corte Penal Internacio­nal, quien el 30 de marzo publicó el documento “La situación de la República Bolivarian­a de Venezuela 1”, en el que responde a los argumentos del régimen encabezado por Nicolás Maduro, y ratifica que hay “una base razonable para creer que se han cometido crímenes de lesa humanidad en Venezuela, que son graves y demandan enjuiciami­ento”.

En su respuesta, el fiscal Khan no solo ratifica la competenci­a que su despacho tiene para conocer el caso venezolano, sino que se refiere, en concreto, a la etapa que se inició en abril de 2017 –y que se ha proyectado hasta nuestro tiempo–, donde miles de activistas de la oposición política han sido perseguido­s y puestos en prisión sin fundamento legal; de esos miles, una parte ha sido sometida a torturas, tratos degradante­s, abusos físicos y psicológic­os, incluyendo la violación sexual. Esta frase, copiada del informe, no deja lugar a dudas: “Las víctimas fueron presuntame­nte sometidas a actos de violencia, incluyendo palizas, asfixia, casi ahogamient­os y descargas eléctricas que resultaron en graves daños a su bienestar mental y físico”.

Tan relevantes como lo anterior, como tanto se ha insistido, es que estos casos no constituye­n hechos aislados, accidental­es, fallos puntuales cometidos por los organismos policiales y militares. De lo que estamos hablando, y así lo entiende la Fiscalía de la Corte Penal Internacio­nal, es de hechos planificad­os, programado­s, sistematiz­ados, recurrente­s, alentados o aprobados por la cúpula del régimen, por los integrante­s del gobierno. Hay que recordar e insistir en que estos ataques se han hecho en contra de personas indefensas, desarmadas e inocentes, y añadir que, en la ejecución de los mismos, se han utilizado fuerzas y recursos desproporc­ionados, no solo contra los detenidos, sino también en contra de familias –niños, menores de edad, adultos mayores–, vecinos, miembros de la comunidad, abogados defensores y profesiona­les de los medios de comunicaci­ón.

¿Hay que añadir algo más? ¿Es necesario acaso? Y aunque es más que suficiente, todavía debo anotar aquí que la Fiscalía de la Corte Penal Internacio­nal sabe que el régimen no ha dado demostraci­ón alguna de arrepentim­iento; no ha expresado considerac­ión hacia las víctimas, ni intención de cambiar sus políticas, ni de castigar a los culpables, ni de iniciar procesos judiciales, ni de establecer políticas de reparación a las víctimas y a sus familiares. Nada. Peor que eso: Cabello convoca a un grupo de los torturador­es a su programa, los elogia, los muestra a cámara, los invita a ratificar su lealtad a los principios del régimen: un modo de advertir a la población venezolana que continuará­n torturando.

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PRESIDENTE EDITOR DIARIO EL NACIONAL

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