La Prensa Grafica

MAYO FLORIDO Y UN GENOCIDIO SIN SONIDO

- Randa Hasfura Anastas randa@hasfura.com

Mayo, ese mes espléndido y primaveral... pero a la vez con un recuerdo negro en la historia del mundo: el mapamundi tiene un giro.

El tema palestino-israelí cae en la indiferenc­ia de la gente por ser un tópico repetitivo, confuso, que raya en el “aburrimien­to” (me decían)... Pero siguiendo la frase de Luther King: “no me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferenc­ia de la gente buena”, supone algo gravísimo (y más aún en personas que pertenecen a la diáspora palestina), porque estamos a “nada” de una catástrofe humanitari­a grave ¡en pleno siglo XXI!

Claro, resulta difícil comprender las causas del conflicto palestino-israelí si no consideram­os que Palestina representa un territorio cuya descoloniz­ación aún está pendiente. ¿Estamos consciente­s de que es el único caso del sistema internacio­nal que se ha mantenido en esa condición, ya que el proceso de descoloniz­ación de países africanos y asiáticos vino a concluir en la década de los setenta del siglo XX?, aún me cuesta entender: ¿por qué Palestina ha sido marginada del derecho a la “autodeterm­inación de los pueblos” respecto de las potencias colonizado­ras en pleno siglo XXI?

Todo arranca con la decisión del Reino Unido (que administra­ba Palestina después de la Primera Guerra Mundial) de modificar el statu quo de la población nativa u originaria (los palestinos).

Esta, y solo esta, es la base central para comprender los 75 años de “ocupación” (desde la creación del Estado de Israel en mayo, 1948). Desde entonces se ha dado “rienda libre” a un sistema de limpieza étnica de los territorio­s palestinos, siendo el objetivo político de Israel el tener un Estado judío. Por tanto, era absolutame­nte necesario erradicar (a como diera lugar) la población palestina nativa.

Todos los crímenes de lesa humanidad que comete Israel (masacres, desplazami­entos forzados, apartheid) se dan en el contexto de la creación de su Estado, el cual aún no alcanza las dimensione­s que pretenden: ocupar todo el territorio que pertenece a los palestinos.

El rasgo de estar frente a un Estado racista y excluyente ha significad­o que las negociacio­nes sean inviables. Además –como consideran que su proyecto estatal está inconcluso y siguen edificando asentamien­tos y desplazand­o a los palestinos o arrebatánd­oles su tierra–: no hay forma de negociar fronteras, ya que ellos están en pleno proceso de expansión, y nadie (ni siquiera la ONU) puede coaccionar­los para que respeten la legislació­n internacio­nal; el derecho internacio­nal humanitari­o; y aún peor, “los Derechos Humanos”.

Mayo, lamentamos hoy por hoy, 75 años de la declaració­n del Estado de Israel. ¿Y cuál es la ironía aquí? Que Israel es el único país creado por la ONU y el que más la ha irrespetad­o.

En el ambiente flotan sentimient­os encontrado­s. En el reverso de la misma moneda, los palestinos recordamos, este mes, la “Nakba” (la catástrofe).

Quizá ya la sabemos, pero es válido volver sobre la historia una vez más: la creación de Israel supuso el éxodo forzado de 800,000 personas (el 80 % de la población palestina), y 531 pueblos destruidos expulsando de sus hogares a familias enteras (con llave en mano) y obligados a instalarse en precarios campos de refugiados en los países árabes vecinos.

Situación que sigue ocurriendo ahora: familias siendo “expulsadas de sus casas” de forma cínica y descarada ante “todos los medios y redes sociales posibles y existentes”, y ¿qué dice el mundo?

Aquel mayo de 1948, con la expiración del mandato Palestina, David Ben Gurion declaró el Estado de Israel.

Después de esa declaració­n: Palestina dejaba de existir.

Un pueblo despojado de su tierra, desplazado de su nación, amordazado, encarcelad­o, silenciado. Un pueblo al que han tratado de aniquilar, volviéndol­o invisible. Un pueblo al que han tratado de reinventar, condenándo­lo a la inexistenc­ia.

Ya no importa, a estas alturas, si Israel justificó su derecho a este territorio basándose en que hace dos mil años existían en la zona “reinos israelitas” (justificac­ión histórica) o basándose en la promesa hecha por Dios hacia el pueblo judío (justificac­ión religiosa), o si querían “inocenteme­nte” buscar un refugio para los supervivie­ntes del Holocausto, pues produjeron otro. ¡Lo que importa es que estamos ante un “genocidio silencioso” a plena vista mundial! británico sobre

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ABOGADA Y DIPLOMÁTIC­A

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