¿DÓNDE QUEDA EL MÁS ALLÁ? JUEGOS DEL CLIMA HUELE A AURORA QUEBRADA
--Vamos a ser papás de nuevo. Y estamos muy emocionados, ¿verdad?
--Hasta el fondo de la conciencia, como diría un psiquiatra creyente.
Siempre que hablaban de cuestiones como esa terminaban riéndose. Y esto les hacía estar cada vez más habituados a la sublimación de los asuntos trascendentales.
--Si es niño se llamará Adán y si es niña se llamará Eva, para sentir que vienen desde el inicio de los tiempos…
Las risotadas de ambos no se hicieron esperar. Junto a ellos se hallaban reunidas otras parejas, porque aquella era una clínica para madres en proceso, que casi siempre llegaban con sus respectivos maridos. Todos voltearon a verlos, y ellos se sintieron apenados por haber provocado aquel pequeño escándalo.
--No se preocupen, que aquí todos estamos celebrando lo mismo: el milagro de la Creación. Es lo menos que podemos hacer cuando esperamos un descendiente…
Y la sirena de una ambulancia les ganó de súbitó la atención. ¿Qué pasaría?
Nada en particular. Lo mismo de siempre: una emergencia común. Una madre había dado a luz sin previo aviso, y la criatura parecía en las últimas.
--¿En las últimas? Pero si estas son las primeras. Recemos todos para que el bebé sobreviva. No hay que permitir que regrese tan pronto al más allá…
--¡Sí, porque no hay que olvidar que el más allá está en todas partes, y esa es la única verdad que nos mantiene aquí mientras la vida pasa!
--¡Así sea!
En nuestro Trópico benigno el inicio de las dos estaciones que tenemos trae con frecuencia sorpresas de última hora, que parecen haber tomado el tren equivocado, y así, con frecuencia, en las vísperas anticipadas del invierno, a comienzos de abril, las tormentas se asoman por una línea desconocida del horizonte. Este año, para el caso –y puede ser cualquier año—, todo parecía indicar que el arribo lluvioso vendría a ritmo perezoso, pero hoy lo que anda por el aire es el anuncio de lo contrario.
--¿Qué es ese ruido tan tronador?
--Pues yo creí que algo del almuerzo te había caído mal. --¡Hombre, somos amigos de confianza, pero eso no da pie para faltarse al respeto!
--¡Jajá! Pero de veras que el trueno fue de alto calibre. ¡Y mirá, ya empezó a llover!
Estaban en un pequeña mesa rinconera, jugando a las cartas, y el “tronador”llevaba la delantera. Un par de minutos después él anunció en altas voces:
--¡Se acabó la partida: póker de ases!
Aquella lluvia duró la noche entera, y al día siguiente el amanecer parecía un viajero desconcertado. Los amigos se reunieron a tomar un café en el lugar de siempre:
--Para mí unas torrejitas con miel.
--Y para mí una homelet con jamón y tomate.
Y, para su sorpresa, ambos encontraron en su mesa un sobre para cada uno. Los abrieron de inmediato. Adentro, un papel con tres palabras: “Feliz desayuno, colegas”. Y una firma: “El Invierno juguetón”. --Ha sido una linda excursión, ¿verdad?
--Pues hubiera podido ser mejor –respondió ella, sonriendo como era su costumbre.
--¿Qué querés decir con eso?
--Pues eso: que hubiera podido ser mejor.
--Mirá, Betty, decime de verdad lo que sentís. ¿Estás frustrada después de caminar casi todo el día entre las arboledas vírgenes?...
--¡Ay, no, qué divertido! Como si la virginidad del ambiente natural tuviera algo que ver con las sensaciones que podamos sentir cuando caminamos al descampado… ¿Por qué siempre andás imaginando cosas?
--Yo no imagino, sólo trato de entenderte, en esto y en todo lo demás.
--Pues no parece que vayás por buen camino en eso. Yo soy mucho menos complicada que lo que vos te imaginás. Y ya era hora de que lo entendieras.
Ahí quedó la cosa en ese momento, pero se repetiría al menor estímulo.
Por esos mismos días les llegó la noticia: serían padres por primera vez. Ambos se alegraron, pero sin euforia. Coincidencia perfecta.
Desde ese momento, no hubo ninguna fricción entre ellos. Aguardaban con ilusión compartida. Y el día llegó: una bebé que parecía muñeca. Hermosa e inmóvil.
--¡No, no, no! ¿Es tu culpa o es mi culpa? Sea como sea, va a estar aquí con nosotros, dos desconocidos a los que la vida les da un premio macabro.