DESDE LA COLINA DE LAS ESPIGAS
Ahí vivieron los judíos que fueron llevados cautivos por el rey Nabucodonosor en 605 a. de C.
Diferente de Tel-aviv, antigua capital de Israel situada en la costa mediterránea, existió un lugar en Babilonia llamado Tel-abib, que significa colina de las espigas. Ahí vivieron los judíos que fueron llevados cautivos por el rey Nabucodonosor en 605 a. de C. El profeta Ezequiel llegó a esta colina en 597 a. de C. y ahí recibió visiones de parte de Dios: “Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos” (Ez.3.15).
Una de estas visiones fue la de los huesos secos regados por el suelo, la cual se realizaba en dos momentos: primero, los huesos se unían y tomaban forma, para luego recibir el soplo del Espíritu: “...y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos Espíritu. Y me dijo: Profetiza al Espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al Espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán” (Ez.37.7-9).
Esta visión tuvo su primer cumplimiento en 538 a. de C. cuando los judíos que estaban cautivos en Babilonia regresaron a Jerusalén bajo la dirección de Zorobabel y con el respaldo espiritual de los profetas Ageo y Zacarías. Se calcula que fueron
50,000 los judíos que regresaron para reconstruir la ciudad y el templo, amparados por el edicto de Ciro, el rey persa.
A pesar de los obstáculos encontrados en la reconstrucción, lo que obligó a los judíos a suspender los trabajos en varias ocasiones, el templo fue terminado en 516 a. de C. Sin embargo, el pueblo fue perdiendo ánimo, por lo que era necesario un nuevo soplo del Espíritu. Dios respondió enviando al escriba Esdras en 458 a. de C. y al hombre de Estado, Nehemías, en 445 a. de C. Ambos se dedicaron a enseñar la ley al pueblo, ayudándoles con ello a retomar esperanzas y encaminarse nuevamente en la visión de Dios.
Al examinar la profecía, constatamos que a pesar de que esta ya tuvo su primer cumplimiento, queda pendiente un cumplimiento más completo, ya que el profeta habló de un retorno desde todas las naciones: “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país” (Ez.36.24). Asimismo, habló de una movilización generalizada: “Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo” (Ez.37.10).
Es evidente que el esfuerzo sionista por llevar a los judíos diseminados por el mundo a Israel hace parte del cumplimiento completo de la profecía; sin embargo, a pesar de que los judíos llegan desde todas partes del mundo y de forma generalizada, queda pendiente la dimensión espiritual, ya que Israel, como nación, no ha reconocido aún al Mesías, por lo que se hace necesaria una nueva visitación del Espíritu de Dios, tal como sucedió en tiempos de Esdras y Nehemías.
Se espera que este nuevo soplo de Dios sobre Israel llegue previo a la segunda venida de Cristo y que produzca un gran avivamiento, no solo en Israel, sino en el mundo entero, tal como lo advirtió el apóstol Pablo: “Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?” (Rom.11.15).