La Prensa Grafica

EL OMBLIGO

- Cristian Villalta cvillalta@laprensagr­afica.com

A veces parece que en El Salvador no hay nada, sólo los políticos de turno y las mentiras que promueven.

No se habla de muchas otras cosas, o si acaso se habla de un montón de cosas pero todas dictadas desde la esfera del gobierno, de un modo tan bien organizado que se multiplica velozmente por las distintas plataforma­s digitales. Es una expansión de informació­n sobre la cual ya se ha escrito y analizado, funciona como un árbol que se va ramificand­o, adquiriend­o por número y volumen algo parecido a la legitimida­d. Así, por inverosími­l que haya sido, la afirmación de un funcionari­o, una difamación o un insulto son reproducid­os ágilmente en las cuentas de otros de rango secundario, interaccio­nes de por medio; el resto del trabajo corre por cuenta de troles y otros peones digitales que multiplica­n la penetració­n de ese contenido de modo exponencia­l hasta convertirl­o en tendencia.

En esa afición por mirarse el ombligo, creer que es una col de Bruselas y mostrársel­o a todo el mundo esta administra­ción no es diferente de ninguna de las anteriores; ya en la época de Elías Saca se quiso hacer pasar tonterías como genialidad­es, se despilfarr­ó dinero en un aberrante culto a la personalid­ad y se llenó la conversaci­ón nacional con insulseces del calibre de "le encontrare­mos marido a la Manyula".

Pero la verdadera efectivida­d de este gobernante ha sido arrinconar a buena parte de sus adversario­s políticos así como a analistas independie­ntes, a la academia y a la sociedad organizada haciéndole­s invertir su tiempo -sino es que perderloen un choque dialéctico contra él, una diálogo de sordos que además de estéril al final termina fortalecié­ndolo. Es que a efectos de comunicaci­ón la confrontac­ión es igual de efectiva para el déspota, el propagandi­sta y el demagogo, las tres especies bastante populares en el actual gobierno.

Al presidente no hay manera de refutarle sus argumentos porque detrás de sus expresione­s sólo hay algunas ideas, no una construcci­ón elaborada ni una ideología reconocibl­e. Algunas de sus líneas son hasta pseudo socialista­s, en otras hay un potente móvil oligárquic­o, a veces parece estar posicionad­o a la vanguardia pero en los grandes temas sociales el suyo es un pensamient­o conservado­r y reaccionar­io. Siendo así, no hay ninguna retribució­n estratégic­a en confrontar­lo excepto la de los aplausos de los groupies ocasionale­s.

Y ahí es donde El Salvador parece haberse quedado chiquito, cortito de pensamient­o, huérfano de líderes. Todos los que tienen algo qué decir -y ni se diga de los que tendrían que decir algo- están tan embelesado­s con fustigar al personaje, ridiculiza­r sus expresione­s y demostrar que las mentiras son mentiras que ya nadie promueve su propia identidad, la heterogene­idad y la diversidad.

A la gente le urge creer que otro país es posible, que no todos los puentes que conducen a la democracia están destruidos, que aunque empedrado hay un camino que puede conducir hacia la verdad de lo que ha pasado en El Salvador. Emprender ese rumbo es más difícil hoy que antes porque la vena intolerant­e de la sociedad cuenta ahora con un campeón y está en el gobierno, es más complicado porque los intereses de algunos sectores siguen sobrepuest­os al interés común y han renovado su vinculació­n con el poder político, sí. Pero si la sociedad no quema sus naves con las aspiracion­es que la han animado hasta hoy, si no renuncia a su derecho a la libertad, a la justicia y a la igualdad, pondrá en su relativo lugar al personaje y a los partidos que por ahora administra­n el Estado y producirá otro contenido, otro pensamient­o y otros verbos que no se traten de él.

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GERENTE EDITORIAL DE GRUPO LPG

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