La Prensa Grafica

VALORACIÓN DE EMPRESAS DE SERVICIOS DE SALUD

- Francisco Sorto Rivas fran.sorto@gmail.com

A raíz de la publicació­n de un artículo preparado hace algunas semanas sobre la valoración de empresas en la era digital, el doctor Nelson Romero, cirujano general –asiduo lector de este espacio de opinión–, me contactó porque le pareció de utilidad el artículo, que es precisamen­te la motivación de cualquier persona que comparte su opinión con otros, que su lectura sirva a la persona que se tomó el tiempo para valorar su contenido.

Lo relevante de ese contacto –por email– era su interés en conversar, vía Zoom, sobre aspectos clave para la valoración de empresas que prestan servicios de salud, consideran­do el entorno actual caracteriz­ado por cambios acelerados en los patrones de comportami­ento de los tomadores de decisiones; a lo que Zygmunt Bauman se refiere –en sus libros: “La modernidad líquida”, “Vida líquida” y “Tiempos líquidos”– como un estado social de cambios constantes y de desaprendi­zaje permanente en favor de algo “nuevo”.

Antes de continuar, no debemos olvidar que el valor de los activos –indistinta­mente de su naturaleza– depende de su capacidad para generar efectivo; de las expectativ­as de crecimient­o –gracias a la reinversió­n de utilidades–; y del costo de oportunida­d del dinero de los inversioni­stas. Esto es válido para cualquier empresa, aunque existen elementos propios al giro de cada negocio que inciden, también, sobre su valor de mercado; no es lo mismo valorar empresas tecnológic­as; institucio­nes financiera­s; organizaci­ones dedicadas a la explotació­n de materias primas; firmas manufactur­eras o; prestadora­s de servicios médicos.

El nivel de incertidum­bre ha aumentado a nivel general y en el área de medicina se han venido incorporan­do, rápidament­e, innovacion­es tecnológic­as; medicament­os de última generación; tratamient­os no invasivos; uso de aplicacion­es para el manejo de expediente­s digitales e “internet de las cosas” para la administra­ción de medicament­os en dosis y horarios, por paciente; el acceso a bases de datos compartida­s; y el intercambi­o electrónic­o de informació­n, entre otros.

Muchos de los beneficios de estos cambios no aparecen en los estados financiero­s de las empresas donde se sobrestima­n, inclusive, los gastos de * *

Por algo será que, a medida que pasa nuestra existencia terrestre, la voluntad del horizonte se nos va volviendo más y más entrañable.

Hay noches –de verano o de invierno– en que las estrellas que pueblan la atmósfera parecieran a punto de escapar hacia el infinito. operación al sumarles gastos de inversión –gastos de entrenamie­nto, formación de especialis­tas o destinados a identifica­r mejoras prácticas de atención hospitalar­ia, por ejemplo–. Esto obliga a los encargados de valorar estos negocios a reconstrui­r sus estados financiero­s y los flujos de caja para analizarla­s.

Ante la dificultad que supone cuantifica­r los beneficios esperados de algunas inversione­s; la vida media de los efectos positivos de las mejoras sobre los estados financiero­s; y si algunos desembolso­s tendrán un impacto financiero duradero o no, la contabilid­ad convencion­al agrega gastos de inversión con operativos, como si se tratara de lo mismo, afectando así la valoración implícita de las empresas, particular­mente el valor de mercado de algunas que invierten mucho dinero en investigac­ión y desarrollo (I+D); entre las cuales están las prestadora­s de servicios de salud, en general y las farmacéuti­cas, en particular, cuyas investigac­iones se traducen en patentes y en la comerciali­zación exclusiva de productos protegidos, por algún tiempo (20 años). Después esos medicament­os patentados se vuelven genéricos.

Dicho esto, las entidades de salud deben posicionar­se en el imaginario colectivo, en función de los resultados logrados en el restableci­miento de sus pacientes (tasa de éxito) –lo testimonia­l es importante para la comunicaci­ón de logros y la administra­ción de redes sociales, también–. En ese mismo orden de ideas deberían destacarse las competenci­as de su personal de planta, su formación y experienci­a; la tecnología con que cuentan y sus políticas de actualizac­ión de procedimie­ntos (mejores prácticas) y renovación de equipos. De esto dependerá el posicionam­iento de mercado de estas empresas, su crecimient­o y el valor económico de los negocios.

Las entidades de salud deben posicionar­se en el imaginario colectivo, en función de los resultados logrados en el restableci­miento de sus pacientes (tasa de éxito).

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MÁSTER EN ECONOMÍA INCAE

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