SISTEMAS POLÍTICOS IDÓNEOS PARA LA INFILTRACIÓN
Un narcotraficante que purga condena en los Estados Unidos de América se sentó ayer como testigo en una corte y afirmó que el expresidente hondureño Juan Orlando Hernández recibió dinero del cartel de Sinaloa para su campaña presidencial hace una década y que pudo mover toneladas de droga entre Honduras y Guatemala merced a la protección que compró a través de sobornos para Hernández y para otro exmandatario de ese país, Porfirio Lobo.
Es la más reciente de las siempre escandalosas páginas sobre la infiltración del narcotráfico en la política centroamericana, una crónica que va desde Guatemala hasta Panamá sin ninguna excepción y sobre la cual ninguno de los Estados del istmo ha podido establecer un valladar potente por razones profundas y estructurales.
Ya en los años noventa, con la pacificación centroamericana, el concepto de seguridad giró hacia cómo las endebles democracias de la región se enfrentarían al crimen organizado, a los remanentes paramilitares dedicados al secuestro y al tráfico de armas, y al narcotráfico. Pero aunque las instituciones policiales y de investigación del delito se modernizaron en esos años, en especial en el Triángulo Norte, poco a poco fue quedando en claro que los carteles estaban explorando esa franja continental, tanto los municipios agroexportadores de la costa sur o el norte montañoso de Guatemala, territorios de pobre presencia estatal y con suficiente mano de obra agrícola, como las poco pobladas si no es que vírgenes costas caribeñas a lo largo de Centroamérica, así como la selva del Petén.
Para aumentar sus operaciones en la zona, las organizaciones delincuenciales debieron transitar de esas regiones a las fronteras y garantizar el trasiego entre Guatemala y México, en El Trifinio y en el río San Juan por mencionarlo rápido. Y para conseguirlo, era menester contar con protección de autoridades locales o federales, con aliados entre las fuerzas del orden y con una licencia para la impunidad al nivel más alto posible. ¿Qué tanto éxito han tenido en esa estrategia? Baste decir que, según reportes del Departamento de Estado, el tráfico vía terrestre ha ido en aumento y Centroamérica se ha convertido en el principal puente para el paso de las drogas que viajan de sur a norte. Solo por el Triángulo Norte transita hasta un 80 % de la droga que viaja desde el Cono hacia Estados Unidos.
Acerca de qué tanto la infiltración del dinero narco ha permeado en los sistemas políticos de Centroamérica, Honduras es apenas la punta del iceberg; en varios países del istmo es obvio que la política ha servido para garantizar la corrupción y asegurar impunidad, y aún más importante, desde el Estado es posible debilitar los controles al lavado de activos de tal modo que no afecten a los grupos empresariales asociados con el crimen organizado.
En Honduras y en Guatemala en especial, con un signo de interrogación en otros países de la zona, el tráfico de drogas es solo otro negocio que permite la acumulación de capital; acostumbradas al patrimonialismo y a que la política lo proteja, algunas élites entendieron que no era necesario secuestrar o penetrar la democracia, sino solo adecuarla a un nuevo bien económico y participar en ella como póliza para la explotación de una nueva industria, solo que delincuencial.
Juan Orlando Hernández está sentado en un juicio por que el destino de esas drogas era el territorio norteamericano, no por ser uno de entre la todavía incierta lista de políticos centroamericanos que cínicamente rediseñaron políticas públicas y cincelaron instituciones para beneficiar al crimen organizado.
Acerca de qué tanto la infiltración del dinero narco ha permeado en los sistemas políticos de Centroamérica, Honduras es apenas la punta del iceberg; en varios países del istmo es obvio que la política ha servido para garantizar la corrupción y asegurar impunidad, y aún más importante, desde el Estado es posible debilitar los controles al lavado de activos de tal modo que no afecten a los grupos empresariales asociados con el crimen organizado.