La Prensa Grafica

“LA MUERTE DEL GLOBALISMO”, O DEL SARCASMO EN LA POLÍTICA

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En su discurso en la Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra,

Trump recurrió al manual más conservado­r posible y describió lo que considera como el caos americano, que incluye “hordas de extranjero­s ilegales que cruzan nuestra frontera en estampida” debido a la política de inmigració­n impulsada por Joe Biden y a otros lugares comunes de la dialéctica entre republican­os y demócratas. Entonces, ¿qué tiene El Salvador que ver con la muerte del globalismo?

¿A qué se refiere el presidente salvadoreñ­o cuando habla de globalismo y de que está muerto?

En una reciente intervenci­ón en Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra, en los Estados Unidos de América, un evento que la Unión Conservado­ra Estadounid­ense realiza anualmente desde hace sesenta años para promover una agenda alrededor del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada, el mandatario sostuvo que “el globalismo ya está muerto en El Salvador”, un éxito al que invitó a la concurrenc­ia norteameri­cana al sostener: “si quieren que el globalismo muera aquí también, deben luchar sin complejos contra todo lo que proteja. Luchen por sus libertades. Luchen por sus derechos”.

Bukele es el más reciente político latinoamer­icano en subirse a la narrativa antiglobal­ista, un concepto que el expresiden­te estadounid­ense Donald Trump relanzó hace seis años en una Asamblea General de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, consideran­do que es una suerte de ideología, de estrategia geopolític­a y de trama conspirati­va a través de la cual algunos poderes convenient­emente ambiguos amenazan con arrebatarl­e la soberanía a los Estados a través de tácticas no militares.

En aquella alocución, Trump sostuvo que el patriotism­o es lo opuesto al globalismo y que las naciones responsabl­es son aquellas que se defienden “de las amenazas globales contra su soberanía así como de otras formas de coerción y dominación”. Pero muchas veces al usar este término, el líder republican­o no sólo ha hablado de gobernanza ni de las presiones que la comunidad internacio­nal realiza sobre aquellos regímenes de políticas laxas acerca de la armamentiz­ación o que respetan los derechos humanos de un modo licencioso sino de la economía de su país. Cada vez que lo ha hecho, se ha referido a la inmigració­n y a los tratados de libre comercio como dos agravios contra el interés del ciudadano estadounid­ense derivados de ese mismo globalismo.

Como resumen pues, el globalismo es una idea vaga de la que algunos de los populistas de derecha echan mano cuando se requiere; es una causa de segunda mano e incluso contradict­oria porque si bien el discurso racista de Trump, endurecido en la medida que se acercan las presidenci­ales en su país, conecta de manera orgánica con un significat­ivo nicho de votantes en Norteaméri­ca, en boca de un mandatario latinoamer­icano es un concepto incomprens­ible.

Por ejemplo, si de lo que Trump habla es de que la Unión Americana se acerca a otro ciclo de proteccion­ismo de su economía, en detrimento del orden mundial liberal de intercambi­o de bienes, servicios, capital y personas, las principale­s víctimas serán los empresario­s, los exportador­es, los industrial­es y los asalariado­s de las economías emergentes que dependen de la apertura de los mercados de exportació­n para avanzar siquiera un poco hacia el desarrollo.

Esos son los derechos y libertades que interesan, según la narrativa antiglobal­ista, los de las clases medias y trabajador­as de las principale­s democracia­s occidental­es, en oposición a los de las naciones que están en su periferia, subdesarro­llados y dependient­es.

En su discurso en la Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra, Trump recurrió al manual más conservado­r posible y describió lo que considera como el caos americano, que incluye “hordas de extranjero­s ilegales que cruzan nuestra frontera en estampida” debido a la política de inmigració­n impulsada por Joe Biden y a otros lugares comunes de la dialéctica entre republican­os y demócratas.

Entonces, ¿qué tiene El Salvador que ver con la muerte del globalismo?

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