AL CONCLUIR LA PRIMERA ETAPA DEL AÑO EN CURSO HAY QUE INTENSIFICAR EL BROTE ANALÍTICO PARA ENTENDER A FONDO NUESTRA DINÁMICA ACTUAL
Como se hace notorio cada vez más en el ambiente, las condiciones en las que nos movemos los salvadoreños que nos hallamos aquí en la actual coyuntura histórica presentan características sin precedentes en muchos sentidos. Esto tiende a crear desconcierto y confusión, y la única manera de evitar reacciones de ese tipo es entendiendo a fondo y en perspectiva lo que pasa, para lo cual se requieren análisis suficientemente atinados y precisos, que eviten desvíos de cualquier índole y distorsiones interesadas o espontáneas. Hay momentos en los que todo esto se hace aún más oportuno, y este es justamente uno de esos momentos, porque el decisivo 2024 está por concluir su primera fase y las dos etapas que siguen traerán sin duda importantes tareas por hacer. En primer término, las correspondientes al nuevo ciclo político.
La dinámica evolutiva tiene que seguir su curso, y eso requerirá mucho empeño y mucha determinación, porque la tarea básica está directamente vinculada con el afianzamiento de la práctica democrática, sin la cual todo lo demás va quedando en el aire. Hay que tener siempre a la vista el comportamiento de los que ejercen el poder, en primer lugar porque como resultado de las elecciones recién pasadas el poder tanto en los ámbitos presidenciales como legislativos quedó prácticamente como estaba, lo cual es un riesgo que todos debemos asumir en lo que nos corresponde, como ciudadanía y como funcionarios. No hay que olvidar, en ningún momento, que el desempeño nacional debe ser un proceso integrado, en constante ejercicio hacia adelante.
2024 es un año electoral, y así lo estamos viviendo, enterándonos de que hay cambios que llegan con los matices propios de la época en curso. Por ejemplo, en lo que a la conducción presidencial se refiere, aunque pudiera parecer que nada se ha movido, lo cierto es que las personas son las mismas pero el estar en un segundo período genera exigencias más precisas y despliega desafíos más puntuales. Parece que en las áreas ejecutivas y legislativas la población sigue una línea muy distinta a la del pasado; pero en lo municipal las preferencias se individualizan en cada lugar, pues la clave es el servicio prestado y no la identificación partidaria de aquellos que lo prestan.
Dentro de muy poco estaremos entrando en la segunda etapa cronológica del año, y durante ella se irán concretando esos giros que hemos señalado para pasar a la tercera parte del desenvolvimiento anual, ya de cara a 2025. Lo que sí queda cada vez más claro es el hecho de que nuestro país va en ruta de esa nueva normalidad a la que tantas veces nos hemos referido. Y al mencionar esto nos vamos dando cuenta, por los datos que muestra el devenir en marcha, de que el acontecer global nos está permitiendo acceder a una identidad más reveladora en todos los planos de nuestra nueva presencia.
Y decimos “nueva presencia” porque el efecto más vivo de la globalización que hoy se hace sentir por doquier es esa renovación de presencia a la que nadie escapa, para bien y para mal. El Salvador, a raíz de los cambios políticos que se han venido institucionalizando, ha ganado un rango de seguridad que llama la atención por doquier, y que nos ubica en una posición de alto relieve global. Esto nunca lo hubiéramos imaginado, ni siquiera cuando la guerra interna tenía un rol tan protagónico en tantos sentidos.
A la luz de todas esas novedades que lucen y gotean por todas partes, lo que tenemos entre manos es una responsabilidad visionaria de la que no se debe ni se puede escapar. Esto debió haber ocurrido siempre, pero los intereses de toda índole hicieron de las suyas, debilitando u ocultando lo que les convenía. Tales intereses no han desaparecido ni desaparecerán, pero en la actualidad están cada vez más sometidos al cambio de realidades.
La previsibilidad, que antes parecía tan firme en todas partes, se ha vuelto cada día más frágil, como un soplo de neblina o una hoja de papel carbón. Y es que ahora lo previsible se mueve al vaivén de las circunstancias, mientras en torno a las posibilidades van y vienen sin cesar. Animémonos, pues, a responder a tal situación con todos nuestros sentidos –físicos y anímicos– en ristre.
Desde que emprendimos esta fase de nuestro proceso evolutivo las cosas ya no son las mismas que dábamos por sabidas. Nunca lo fueron, pero actuábamos como si lo fueran. Este en verdad es un período de limpiezas conceptuales y procedimentales, y lo que nos corresponde es aplicarnos a ello.
Todo lo anterior nos lleva a concluir que la holganza histórica ya no es viable de ningún modo, y esto no excluye a nadie en ninguna parte ni en ningún sentido. Es tiempo de trabajar con efectiva constancia en pro de nuestro destino.
Si el tiempo se desperdicia la vida va perdiendo aceleradamente su significado constructor, y vamos quedando sólo con polvo entre las manos.
Menos mal que eso está cada vez más a la vista en todos los ambientes.
En lo que a la conducción presidencial se refiere, aunque pudiera parecer que nada se ha movido, lo cierto es que las personas son las mismas pero el estar en un segundo período genera exigencias más precisas y despliega desafíos más puntuales.