La Prensa Grafica

“HAY MUCHO SILENCIO DE LA POLICÍA EN LA DESAPARICI­ÓN DE MI HIJO”

El 24 de marzo de 2024, un ciudadano estadounid­ense desapareci­ó en un cantón de San Vicente. Su caso se suma a los cientos de denuncias que piden apoyo al Estado salvadoreñ­o.

- Por Laura Jordán investigac­ión@laprensagr­afica.com

“Quiero que verdaderam­ente lo busquen y nos den respuestas. Hay mucho silencio de la Policía en la desaparici­ón de mi hijo. Hasta el momento no nos han dado nada”.

MADRE DE JOSÉ

La madre de José Tomás Laínez, un hombre de 54 años, recuerda que estuvo con él en el cantón San Antonio Achichilqu­ito, en San Vicente. Era el 24 de marzo pasado, Domingoder­amos, y jo sé recién habí allegado de Estados Unidos; hacían un paseo con otros familiares. Aquella mañana se disponían a caminar por el lugar hasta llegar a un río donde pasarían el mediodía.

La mañana avanzaba y además de algunos primos y sobrinos que se sumaron al viaje también los acompañaba un guía y su esposa, dos conocidos de años de la familia como lo recuerda la madre de José, mientras se percibe el tono angustiado de su voz por el teléfono.

Es un martes 2 de abril y han pasado 13 días desde que ella carga con el peso de la desaparici­ón de su hijo. Días antes de que José llegara a El Salvador, ella también había viajado para cuidar a su hermana que estaba mal de salud.

José es ciudadano estadounid­ense, había llegado al país para las vacaciones de Semana Santa un día antes de su desaparici­ón y debía regresar el 2 de abril pasado. Sin embargo, su viaje de regreso se pausó y los días no han pasado como su familia esperaba, pues desde aquel domingo nadie sabe qué sucedió con él.

La madre de José le comentó que el domingo harían el paseo al río y fue cuando acordaron que él también iría. Para ello, le pedieron al conocido que los llevara porque era quien conocía el lugar y vive en esa misma zona.

El guía les dijo que avanzaran en vehículo hasta donde había acceso y luego siguieron a pie por la montaña. En el lugar donde dejaron el carro se quedó un familiar de José y otra persona cocinando, la idea era que almorzaría­n en ese punto después de bañarse.

Al frente del grupo iba José y el guía, unos metros atrás su madre, un sobrino, una prima y la esposa del guía. Eran las 12 del mediodía y habían recorrido la mitad del camino. José y el guía pausaron para tomar un descanso. Pasaron unos minutos y José observó que el hombre se iba sin dar ninguna explicació­n, eso le contó más tarde a su mamá.

“Nadie entendió por qué se fue. Mi hijo tenía la sensación de que nos habíamos perdido, para ese punto algunos ya iban hasta desangrado­s de las piernas, había pasado partes feas, con espinas, el monte estaba alto como si nadie había pasado ahí”, narra ella.

La única opción era avanzar hacia algún lado, con suerte y después de un rato llegaron .“mamá, me quiero bañar ”, le dijo José, mientras se dirigía a la orilla del río. Tomó agua con las manos y primero se mojó la cara. Fue lo último que ella asegura haber visto.

“Pasaron nueve minutos y ya no lo vi.

Comencé a llamarlo por su nombre, pero no respondía y tampoco se veía que estuviera en el agua”, relata. A las 12:40 decidieron que regresaría­n al punto donde había quedado el vehículo porque tal vez José había regresado, pero no fue así. En ese momento, la esposa del guía dijo que iría a buscarlo a casa ya que tampoco sabían por qué los había dejado solos.

Las horas habían avanzado y eran las 4:30 de la tarde. Cuando la mujer llegó a la casa, su esposo estaba sentado, le preguntó por qué se había ido y dijo que debía ir a la iglesia, pero que había regresado a casa hacía hora y media y que no había vuelto a ver a José.

La familia de José puso la denuncia en la delegación policial del lugar, ahí les dijeron que debían esperar 72 horas para iniciar la búsqueda. Decidieron moverse a otro puesto de policía en el que lograron conseguir que dos patrullas inspeccion­aran el lugar hasta donde había llegado el vehículo, pero no hasta el río poque ya era demasiado noche.

La madre de José tomó una lámpara y en compañía de algunos vecinos del lugar y de sus familiares continúo buscando a su hijo esa noche. Al día siguiente, la hermana de José también viajó desde los Estados Unidos para sumarse ala búsqueda y, aunque han hecho diferentes denuncia s incluso en medios internacio­nales, no han obtenidoin­formación que les ayude a dar con su paradero.

La División de Investigac­iones de la delegación policial de San Vicente le confirmó a este periódico la denuncia de la desaparici­ón de José y que el protocolo de búsqueda sigue activo.

Aunque la hermana de José no vive en El Salvador, dice estar consciente de que las desaparici­ones siguen ocurriendo, a pesar de la medida del régimen de excepción implementa­da por el gobierno. “He leído todas esas noticias de personas desapareci­das, me preocupa que mi hermano sea uno de ellos porque siento que los casos no están siendo abordados”, lamenta.

En el recorrido del lugar para buscar a José, los habitantes les han comentado que todavía se observan a los pandillero­s que se han desplazado en la zona huyendo de la Policía. La familia teme que José haya sido víctima de esta violencia que todavía se comenta en esa parte de San Vicente.

La mamá de José recuerda que su madre lavaba en ese río cuando ella era una niña, que de esos recuerdos nació la idea de llegar hasta ahí aquel día.“quiero que verdaderam­ente lo busquen y nos den respuestas. Hay mucho silencio de la Policía en la desaparici­ón de mi hijo”, lamenta.

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Apoyo. La familia también ha buscado respaldo de la embajada de Estados Unidos y el FBI.

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