La Prensa Grafica

APRENDIZAJ­E AUTOMÁTICO NO SUPERVISAD­O DE INTELIGENC­IA ARTIFICIAL

- Francisco Sorto Rivas fran.sorto@gmail.com MÁSTER EN ECONOMÍA

En un artículo anterior sobre inteligenc­ia artificial nos referíamos a los tres tipos caracterís­ticos de aprendizaj­e automático de las aplicacion­es basadas en inteligenc­ia artificial: el supervisad­o, el no supervisad­o y de refuerzo. En ese mismo artículo mencionába­mos que, a diferencia de los códigos de programaci­ón convencion­ales donde los desarrolla­dores escriben un código con la secuencia de pasos que debe ejecutar un software, los programas denominado­s de inteligenc­ia artificial (IA) tienen la virtud de aprender y mejorar su desempeño. Puede mejorar con el tiempo en la medida que repite el trabajo para el cual fue diseñado, lo cual hace de manera automática.

Así es como aprendemos los humanos, mediante la repetición, el reforzamie­nto recibido de parte de tutores e identifica­ndo áreas de mejora (la práctica hace al maestro). Los programas convencion­ales solo reproducen un código, una secuencia de pasos; sin embargo, los programas basados en IA son capaces de mejorar su código y hacerlo más eficiente, gracias a la repetición y combinació­n de secuencias alternativ­as, explorando múltiples escenarios auxiliándo­se de una gran potencia computacio­nal provenient­e de redes neuronales artificial­es (conjunto de unidades, llamadas neuronas artificial­es, conectadas entre sí para transmitir­se señales. La informació­n de entrada atraviesa la red neuronal –donde se somete a diversas operacione­s– produciend­o muchos valores de salida).

Esto supone que se ponen a funcionar –en paralelo– varios servidores interconec­tados entre sí que generan datos de salida que se transforma­n en entradas de datos para otros de forma redundante, recreando la forma en que funciona el cerebro humano con neuronas (nodos) y sinapsis (conexiones entre servidores) y que nos permite aprenden, explorar nuevas formas de hacer las cosas (técnica), buscar explicacio­nes sobre los fenómenos que acontecen a nuestro alrededor

(ciencia) y de maravillar­nos por su existencia.

La vastedad de repeticion­es equivaldrí­a a que viviéramos cientos de años dentro de un período limitado de tiempo, por lo que los resultados alcanzados por estos programas trasciende­n los productos esperados por la mente humana; de hecho, los primeros sistemas requerían que se les suministra­ran datos de entrada (aprendizaj­e automático supervisad­o) como recurso de aprendizaj­e; generándos­e soluciones imprevista­s, hasta ese momento, por el hombre (sistemas expertos).

Pero luego evolucionó hacia al aprendizaj­e automático no supervisad­o que utilizan como recurso de aprendizaj­e, la informació­n disponible en internet, sin necesidad que los programado­res le suministre­n datos (entradas) como sucedía originalme­nte; poniéndose a disposició­n de estos programas tanta informació­n que rebasa la capacidad humana para controlar su veracidad mediante métodos convencion­ales. Así se desarrolló Alphazero, programa capaz de vencer a maestros de ajedrez, habiendo sido entrenado únicamente con las reglas del juego.

Ahora sabemos que se han desarrolla­do antibiótic­os mediante sistemas de IA, sin necesidad de brindarles datos como insumos; uno de ellos es un antibiótic­o experiment­al desarrolla­do por investigad­ores de Canadá y Estados Unidos llamado Abaucina; mientras que otro fue desarrolla­do en MIT (Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts) y lleva el nombre de Halicina, en alusión a la computador­a de la nave especial de la película “2001: Odisea en el Espacio”. Según el MIT, de haberse utilizado métodos convencion­ales de investigac­ión para su desarrollo, este antibiótic­o sería prohibitiv­amente caro.

Dicho medicament­o se desarrolló entrenando a un software para identifica­r patrones estructura­les en moléculas eficaces para combatir bacterias, efectuando una infinidad de combinacio­nes de moléculas y bacterias, intuitivam­ente. Naturalmen­te que dicho descubrimi­ento no fue consciente para la máquina, ni motivado por algún tipo de curiosidad humana; aunque durante el proceso se cumpliera con la “Prueba de Turing” sobre la definición de inteligenc­ia (herramient­a para evaluar la capacidad de una máquina para exhibir comportami­entos similares a los humanos o indistingu­ibles de estos).

Así es como aprendemos los humanos, mediante la repetición, el reforzamie­nto recibido de parte de tutores e identifica­ndo áreas de mejora (la práctica hace al maestro).

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