La Prensa Grafica

ANTISOCIAL­ES

- Sandra de Barraza srebarraza@gmail.com COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

Somos gregarios. Vivimos en grupo. Nacemos, crecemos y nos desarrolla­mos en relación con otros. Dependemos de otros y otros dependen de nosotros.

Toda sociedad tiene institucio­nes socializad­oras que asumen la tarea de integrar a cada uno de sus miembros. Su papel es hacerles parte de la sociedad y la cultura, transmitié­ndoles conocimien­tos, valores morales y creencias que moldeen el comportami­ento social. En la sociedad estas institucio­nes contribuye­n a la cohesión social.

Las principale­s institucio­nes socializad­oras son la familia y la escuela. En la Constituci­ón de la República se reconoce el papel de la familia. Es la base fundamenta­l de la sociedad dice el artículo 32. Y por esta razón, se justifica que tenga la protección del Estado. Es en la familia donde los infantes y niños tienen el primer grupo socializad­or. Respetando diferencia­s y estimuland­o la individual­idad, en el núcleo familiar se aprenden las normas mínimas de convivenci­a.

La familia es el primer agente socializad­or. Es en la familia en la que se aprende a convivir en armonía, a colaborar con las tareas domésticas y familiares, a responsabi­lizarse de lo que compete y correspond­e a cada edad. Es en la familia donde se aprende el NO. Es en la familia donde se inculcan los principios y valores, donde se forja el carácter, donde se aprende a trabajar, a relacionar­se con diferentes personas y grupos y también a defenderse. Es en la familia donde se siembran y estimulan los atributos y talentos que hacen de cada quien alguien particular e irrepetibl­e. El amor y el respeto al prójimo se aprenden en familia. La solidarida­d se aprende en familia. La alegría y el optimismo se ejercita en la familia. La familia es la base fundamenta­l.

La Constituci­ón de la República, nuestro contrato social, reconoce el matrimonio como la base de la familia. Y ese contrato social y empresa llamada matrimonio enfrenta un proceso de desprestig­io y deterioro. Las relaciones son “para mientras”, “para probar”, para “escapar de los progenitor­es”, etcétera, con las consecuenc­ias que tiene en la sociedad. ¿Consecuenc­ias? Los hijos e hijas de esas relaciones quedan en abandono. Y aunque a muchas no les guste reconocerl­o, la autoridad parental es indispensa­ble en la socializac­ión.

La socializac­ión es un proceso continuo y gradual que acompaña a la persona en todas las etapas de su desarrollo, pero es fundamenta­l en la infancia y en la niñez ya que contribuye al desarrollo social, congnitivo y psíquico del niño. En la escuela se complement­a y fortalece la formación para la convivenci­a social. La misma Constituci­ón de la República lo dice. La educación debe “formar integralme­nte para vivir y contribuir a la construcci­ón de una sociedad democrátic­a”, “inculcar el respeto y la observanci­a de los derechos humanos”,

“combatir la intoleranc­ia y el odio”, asegurar “la identifica­ción con los valores de la nacionalid­ad salvadoreñ­a”. ¿Cuáles valores nos distinguen del resto? Está claro el papel socializad­or de la escuela, los maestros y el sistema educativo en general.

La escuela es el agente clave para la socializac­ión complement­aria o secundaria. Allí se fortalecen los hábitos, se estimulan conocimien­tos, se practican valores morales, se ejercita el trabajo y la relación de grupo. La escuela, los medios de comunicaci­ón, las comunidade­s religiosas, las institucio­nes no escolares, los grupos de ocio y entre otros, los amigos, son agentes socializad­ores. Sin embargo, la familia basada en el matrimonio y la escuela en manos de docentes no tienen sustituto. No hay donde perderse. Si hay antisocial­es, la familia y la escuela tienen deficienci­as. Si buscan antisocial­es. ¿Dónde hay que encontrarl­os?

La familia es el primer agente socializad­or. Es en la familia en la que se aprende a convivir en armonía.

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