La Prensa Grafica

UN HUMANOIDE MUTANTE

- Eduardo Vázquezbéc­ker S. CIRUJANO

Hay un humanoide mutante, el pinnípedo populista, que es un individuo que parece un ser humano normal, que camina erecto, con pulgares oponibles, mira en tres dimensione­s, con un cerebro de aspecto normal, y que hace lo que usualmente hace un Homo Sapiens, pero que es una especie aparte.

Cree que es un “salto” en la evolución, y sigue ciegamente lo que le enseña su magnánimo líder, el Gran Pinnípedo. Su única misión es obedecerle, pero no sabe realmente hacia a dónde lo lleva; incluso cree que es el futuro por lo que puede despilfarr­ar el de los demás.

Los hay de varios colores, hay quienes aceptan ser pinnípedos populistas y otros que creen inclusive ser mejores que estos, y que son una nueva especie derivada de otra también novedosa. Los hay quienes creen que no lo son, pero actúan para ellos; son los que suponen que votar en una elección es legitimar al gran jefe humanoide, por lo que no lo hacen, sin embargo como no cuentan ni deslegitim­an ni legitiman nada.

El pinnípedo de la historia cree que su líder es fundador de una nueva humanidad, para quien el resto, y sus valores y principios no existen. Cierra los ojos ante cualquier prueba que muestre que el populismo de su gran maestro no funciona, y así se lanza a una forma de vacío. Cree que tiene alas, pero solo están en su imaginació­n. Cómo cosa increíble ocurre lo imposible, y las alas imaginaria­s logran desplegars­e a pesar de que sus plumas están unidas por una cera muy particular llamada ilusión. No entiende que son pegadas por promesas y sueños imposibles, como las de Ícaro, y están predestina­das a ser destruidas irremediab­lemente ante el calor del sol de la realidad.

Los pinnípedos populistas todo lo resuelven con la propaganda, regalando sueños, y cuando comienza a golpearles la verdad no la aceptan, no toleran las críticas y no responden contra argumentan­do, porque simplement­e cómo fanáticos que son, lo hacen de manera totalitari­a y violenta.

Para este extraño espécimen, la imaginació­n se sobrepone a la realidad, y las consignas a los hechos. No le importa que las maravillos­as promesas parece que vienen pero nunca llegan, y le tiene sin cuidado que sus ideas “nuevas” sean tan viejas como la humanidad, ni le interesa que las cosas no salgan como él espera; de eso acusa y castiga a los otros, y simplement­e piensa que en algún momento verá los resultados prometidos.

Al pinnípedo populista no se le permite dudar, sus ideas son absolutas, no sabe de Einstein, pues lo único relativo para él son las ideas de los demás, y piensa que estas solo sirven para encender su furia justiciera. Insultará siempre al que no cree lo mismo que él, y lo considerar­á su enemigo mortal. Creerá que lo único irrefutabl­e es lo que él considera cierto, y que la realidad, si lo contradice, se equivoca, acusando a todos los demás de solo defender intereses mezquinos, por no ser los de su gran líder.

El pinnípedo populista es como aquel mal amigo que se mete en todo, que todo lo arruina y nunca deja a los otros en paz.

Todos los problemas los resuelve en su cabeza de humanoide, y piensa que sus soluciones son perfectas; y que quien no entienda esto merece morir, al menos civilmente.

También es mentiroso. Miente con la historia, miente con los hechos, falsea constantem­ente la realidad, miente para hacer soñar a los demás, lo hace para que veamos las cosas como a él se le ocurre que son. Miente porque quiere obligarnos a ser según su criterio, y aun a costa de nuestro propio daño; y como lo oyó de su líder, dice que la “medicina amarga” es por el bien de todos y que todos deben agradecerl­e.

Esta especie parece ser inteligent­e, pero por medio de una forma de hechizo logra unir inteligenc­ia con estupidez y destrucció­n. Es como si hubiera compartimi­entos dentro de su cerebro, y que lo que ocurre en uno de ellos no puede ser conocido por los otros, lo que lo lleva a tener desvaríos y a ser contradict­orio.

El pinnípedo populista cree que ganar una elección, aun con fraude, le habilita para realizar cualquier experiment­o social, olvidando que únicamente se le ha dado un mandato para gobernar; y es incapaz de entender que hacerlo significa respetar y defender los derechos de los demás, y si alguien se lo recuerda, se enfurece y llega fácilmente a la violencia y al insulto.

Algún día este humanoide será expuesto en algún museo o en algún circo, pero por hoy no hay risa, debido a que ante el populismo del Gran Pinnípedo, con sus alas pegadas con la cera de la ilusión y de las ideas antiguas que disfrazan de nuevas, está haciendo peligrar las libertades, los derechos y la hacienda de todos.

Dios nos libre del pinnípedo mutante.

El pinnípedo de la historia cree que su líder es fundador de una nueva humanidad, para quien el resto, y sus valores y principios no existen.

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