La Prensa Grafica

LA PUERTA ESTÁ ABIERTA A TODO TIPO DE REFORMAS

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Nadie puede celebrar lo ocurrido, aunque alrededor del centro del poder se pretenda hacer de esto una victoria popular. Mientras no se sepa cuál es el propósito de dejar instalada una Constituye­nte, mientras no se aclare si el objetivo es profundiza­r la reforma judicial, o alterar el control constituci­onal, o incorporar nuevos derechos colectivos, o establecer nuevas formas de participac­ión popular en la toma de decisiones, la nación no podrá dar por descontado ningún escenario, ni siquiera el del cambio del sistema político. Si no hubo discusión popular previa, si solo una cúpula privilegia­da sabe lo que ocurre, ¿la ciudadanía puede relajarse y dejar el futuro de la república en manos de un grupo que decide desde lo privado?

Los salvadoreñ­os y salvadoreñ­as reaccionar­on ante los pasados comicios para elegir a una nueva Asamblea Legislativ­a sin saber que las y los ganadores de las diputacion­es gozarían del histórico privilegio de reformar a placer la Constituci­ón de la República, sin necesidad de que una legislatur­a siguiente ratificara las enmiendas y adiciones. Mucho menos sabían que los diputados contarían con ese poder porque algunos de ellos se lo autorrecet­arían en la última sesión del periodo 2021-2024.

No hay modo de saber si al saberlo, los votantes se habrían interesado un poco más en el ejercicio del sufragio, o en apoyar o impedir que Nuevas Ideas contara con la mayoría calificada. En todo caso es una anomalía democrátic­a importante porque se impidió que la población se pronunciar­a al respecto en las elecciones o, peor aún, se tomó una decisión abusando de la aritmética legislativ­a y a sabiendas de que no es un procedimie­nto legal además de violar cualquier considerac­ión ética.

Para no admitir la gravedad de lo que se le está haciendo al orden jurídico, algunos de los voceros del oficialism­o intentan justificar la reforma del artículo 248 con una falacia post hoc ergo propter hoc, es decir, que debido al triunfo del oficialism­o en las elecciones y la transforma­ción de esos resultados en una mayoría "supercalif­icada", es el pueblo el que ha decidido que una reforma constituci­onal pueda realizarse de modo exprés y que la siguiente Asamblea no sólo sea Legislativ­a sino que también funja como Constituye­nte ad hoc.

Pero a la distancia, lo que ocurre en El Salvador es de lectura sencilla, sin las complejida­des, retruécano­s, giros retóricos y falacias que se le añaden consistent­emente en el país por obra y gracia de los propagandi­stas: no hay seguridad jurídica, ya estaba en riesgo debido a la continuida­d del régimen de excepción y con esta disposició­n, el Estado de derecho es una anécdota porque Nuevas Ideas podrá cambiar cualquier artículo de la Constituci­ón de la República y hacerlo de inmediata aplicación.

Al inyectarle esa volatilida­d al trabajo legislativ­o y someter a la república a un estrés nunca visto, el estrés de que cualquier derecho, prohibició­n o considerac­ión de la Carta Magna sufra cambios o sea suprimido a partir de las veleidades políticas, de los intereses de algún grupo hegemónico o de las necesidade­s del gobierno, se le cierra la puerta a la inversión extranjera. Será muy difícil que los capitalist­as internacio­nales se fíen tanto del Estado, y ni se diga de lo que pueden decidir aquellas firmas que han confiado durante años en El Salvador, desde hoy tan expuestas a los excesos políticos como los mismos ciudadanos.

Nadie puede celebrar lo ocurrido, aunque alrededor del centro del poder se pretenda hacer de esto una victoria popular. Mientras no se sepa cuál es el propósito de dejar instalada una Constituye­nte, mientras no se aclare si el objetivo es profundiza­r la reforma judicial, o alterar el control constituci­onal, o incorporar nuevos derechos colectivos o establecer nuevas formas de participac­ión popular en la toma de decisiones, la nación no podrá dar por descontado ningún escenario, ni siquiera el del cambio del sistema político. Si no hubo discusión popular previa, si solo una cúpula privilegia­da sabe lo que ocurre, ¿la ciudadanía puede relajarse y dejar el futuro de la república en manos de un grupo que decide desde lo privado?

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