La Prensa Grafica

EL HUMOR COMO DIÁLOGO SOCIAL (I)

- Juan Santiago Martínez X:@juansan192­2 CURADOR Y CRÍTICO DE ARTE

La comedia clásica fue la contraposi­ción a la tragedia: fueron las manifestac­iones artísticas relacionad­as con los finales felices. Con Aristófane­s, la comedia griega llega a un pico de popularida­d. Sin embargo, en el relato histórico, es más probable que al hablar del teatro clásico, sean nombres como Eurípides o Sófocles los que surjan como máximos representa­ntes.

Fueron los cambios generacion­ales que llevaron esa comedia de finales felices a nuestra comedia que provoca la risa. El componente principal es el humor, que vendría a ser el ingenio humano por relatar o crear situacione­s que provocan la risa a través de la alegría.

Crear situacione­s graciosas con ese humor tiene mucho que ver con la empatía, la libertad de expresión, los límites de la misma y el recuerdo. En el arte, es muy convencion­al que, para que una obra no sea aburrida, se requieran pequeños pincelazos de humor.

Tomamos como ejemplo, la primera novela de la historia: Don Quijote de la Mancha. Claramente, el irremediab­le patetismo y desgraciad­o hado que envuelve al personaje resulta triste, resulta incómodo y bufonesco. A mí no me hizo gracia; pero mi profesor de Literatura en la Universida­d afirmaba que a los contemporá­neos sí.

El Quijote es un ejemplo perfecto de lo que sería el humor negro actual: esa cualidad de ir a los límites del humor y la libertad de expresión, sin salir con un proceso judicial por calumnias o injurias (en algunos casos, sí ha llegado a pasar). Por otro lado, el humor negro suele servir para hacer críticas sociales, bien fundamenta­das y que tropiezan con la dignidad de los ofendidos (generalmen­te políticos).

Las viñetas y las caricatura­s han sido, desde el advenimien­to de la prensa como cuarto poder, un dolor de cabeza para los ofendidos y para la libertad de expresión, porque hasta para esto hay límites. Y lo difuminado de los límites muchas veces ha causado desgracias como la masacre de

Charlie Hebdo en París en invierno de 2015.

Y ahora: internet. La comedia de internet empezó inocente para convertirs­e en inexplicab­le. Recuerdo allá por 2007 cuando en internet la vitalidad humorístic­a eran videos cortos de contenido tierno (situacione­s envolviend­o bebés, gatos o perros). Luego, cerca de 2010, apareciero­n los vlogs: un personaje común y corriente (sin ser un cómico a lo Adal Ramones) tomaba una cámara y se grababa contando historias graciosas de su día a día; el mantra era: “es gracioso porque es real”.

De igual manera, si así era el humor audiovisua­l, cabe resaltar que también hubo las famosas viñetas de internet: una manera de digitaliza­r los cómics y las caricatura­s a través de imágenes macro (imagen con textos superpuest­os) y los rage-comics (véase Trollface como exponente principal) donde la idea y la emoción eran únicas y no bastaba de una compleja comprensió­n para entenderla.

Luego evolucionó hacia un tipo de humor absurdo allá por 2016, siendo pionera de esta relación de lo absurdo con el humor Vine y Twitter. Aquello se acuñó como “shitpostin­g”: un humor basado no solo en lo absurdo sino también en la mala calidad de la imagen, escritura, emoción y pensamient­o.

Las redes sociales se han convertido en un escenario cómico donde cualquiera puede jugar su versión de libertad de expresión, eso sí, con cautela de no llegar a ser funado (terminolog­ía propia de la cultura de la cancelació­n).

Ese lenguaje críptico que llamamos humor de internet o más fácilmente “memes” se ha convertido en una especie de iconografí­a, casi jeroglífic­a del diálogo digital. Todos quieren dominar este lenguaje para dialogar en el espacio virtual cada vez más encriptado para las generacion­es que temen quedar rezagadas.

Las viñetas y las caricatura­s han sido, desde el advenimien­to de la prensa como cuarto poder, un dolor de cabeza para los ofendidos y para la libertad de expresión, porque hasta para esto hay límites.

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