LA HISTORIA DE «LOS SIN VOZ»
Dans Les Terres dévastées (Ed.Philippe Rey) le romancier mexicain Emiliano Monge embarque les lecteurs à la frontière entre le Mexique et les Etats-Unis où la violence, la souffrance, la désillusion et la mort côtoient aussi l’espoir et la foi en l’autre.
Hay muchas novelas sin espíritu, pero las hay que encarnan aquello que las inspira y trascienden sus propios detalles literarios, como sucede en Las tierras arrasadas, del mexicano Emiliano Monge. Da la sensación de que escribe conmovido, no en el plano sentimental sino literariamente y en lo profundo, por una realidad muy dura, de gran actualidad y con frecuencia silenciada en México. Se trata de las vidas de los migrantes que caminan durante varios días hacia las fronteras de Estados Unidos. En el comienzo de la novela, al llegar a un claro de la selva llamado 'Ojo de Hierba', son capturados por unos secuestradores que los atan y los echan a un camión; algunos mueren antes.
2. La novela de Monge funciona como un espejo de doble cara: refleja al mismo tiempo a hombres interiormente heridos y, hacia afuera, un país que está también marcado por la violencia soterrada, que palpita lejos de los brillos oficiales. En lo escondido. Tal vez Monge consiga este equilibrio entre el relato del drama individual y del drama social por su formación de politólogo y escritor. Nació en Ciudad de México en 1978 y es autor de «Morirse de memoria» (Sexto Piso) o «El cielo árido» (Premio Jaén de Novela 2012). Junto con Martín Solares o Julián Herbert, es considerado un escritor de la llamada 'nueva narrativa mexicana'. 3. El estilo de Monge 'no es el de la frase sencilla, pero se libra de los peligros de la innovación formal arbitraria que solo busca la sorpresa porque cada detalle de su escritura se orienta hacia el sentido. Es un estilo luminoso, cada decisión formal agudiza la narración del sufrimiento. Monge no nombra directamente a sus personajes, sino a través de lo que los caracteriza. Y así, los migrantes son "los que vienen de muy lejos", "los sin voz", "los que perderán el nombre".
RÍGIDOS DE ESPANTO
4. Es maravilloso el tono sereno y dolorido que se crea con la repetición de estos nombres que apuntan al trasfondo de lo que allí se está contando. Inserta también Monge fragmentos de la Divina Comedia de Dante para hablar sobre los que fueron arrancados de su alma, los que yacen otra vez turbados, pálidos como aquel que se desmaya y rígidos de espanto como leños. Y, en cursiva, como el coro de una tragedia clásica, apunta testimonios reales de migrantes centroamericanos a su paso por México: "Íbamos tumbados en la traila cuando uno se empezó a sacudirse y hacer ruido… unos ruidos cada vez más doloridos que no eran nada como humanos… así volvió a sentirse entonces todo el miedo".
ATRAPADO
5. Pasan las páginas mecidas por estos rasgos que se repiten. Todo el libro es un brillante lamento que los incorpora a todos, a los que lloran y a los que hacen llorar. Una vez ha entrado, el lector queda atrapado y no puede salir; el escritor que escribe conmovido le conmueve y no puede dejar de leer aunque sufra, porque el espacio que se invita a recorrer es ese incómodo que detectó Amos Oz entre el texto y uno mismo, entre la violencia narrada y la propia capacidad de violencia.
6. Creo que la violencia se define con sutilidad: en la novela los secuestradores están "fuera de sí", y el personaje de Mausoleo, un migrante gigantón obligado a pasarse al otro bando, deja de ser él mis- mo. Se habla de cómo los violentos impiden "el ingreso de lo que hacen en sus mentes". Es curioso cómo la incultura genera un estado de inconsciencia que favorece la violencia. Se actúa siguiendo una pulsión, normalmente enraizada en experiencias duras de la infancia, y de la vida, y nunca se pasa al razonamiento que pondría en perspectiva la barbarie.
TRAGEDIAS CLÁSICAS
7. En mi opinión, y aunque puede ser tal vez cuestión de gusto personal, al final de la novela se comete un error en aras de la eficacia narrativa. El escritor trabaja para terminar de arrasar las tierras y sacrifica cada mínimo resquicio de esperanza y también de moralidad. El final, más allá de desdichado o violento, es grotesco. Recuerda a algunas tragedias clásicas. Se redondea con maestría el significado del título de la novela. Pero el lector tiene una delicada sensación de disminución final de la intensidad que se había logrado de manera magnífica en las páginas anteriores.
8. Aun respetando la fuerza del título y el espíritu de la obra, tal vez no hubiera sido necesario suprimir por completo la dimensión ética, que era muy tenue, pero que hacía de sutil contrapunto y afinaba la realidad literaria y el retrato social sin alterar la crudeza terrible y máxima de lo allí contado. A veces el descarnamiento absoluto puede falsear, como falsea también una utopía.