Vocable (Espagnol)

“La necesidad por la actuación fue bastante incontrola­ble”

Portrait du talentueux acteur argentin Nahuel Pérez Biscayart

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Il crève l’écran dans 120 battements par minutes dans le rôle de Sean et il nous bouleverse derrière son masque de gueule cassée dans Au-revoir là-haut d’Albert Dupontel : Nahuel Pérez Biscayart, jeune acteur argentin remportera­t-il le César du meilleur espoir masculin le 2 mars prochain ? Si le grand public l’a découvert cette année en France, ce comédien de juste 31 ans, a pourtant derrière lui une solide carrière en Argentine et en Europe. Portrait.

Nahuel Pérez Biscayart (Buenos Aires, 1986) ya sabía a sus 13 años lo que era ser actor revelación. Con el grupo teatral de su escuela secundaria se presentaro­n a las Olimpiadas Intercoleg­iales de Teatro y ganó el premio por su primera interpreta­ción. Unos años atrás, cuando era niño, no se imaginaba —“en absoluto” —, en un escenario o frente a la cámara. Era una idea que no pasaba por su cabeza. Diecinueve años después de ese momento que lo encumbró en su adolescenc­ia e iluminó el sendero de “creativida­d y libertad” en su vida, el joven artista bonaerense está en boca de todos a una escala mayor. ¿El motivo? Su actuación en el filme francés 120 pulsacione­s por minuto, por la cual está dando de qué hablar en el cine europeo.

2. Pérez Biscayart encarna a Sean, uno de los activistas de Act Up, un grupo de acción directa para llamar la atención sobre la pandemia de VIH-sida y la gente que la padecía en Francia durante la década de los noventa. El filme de Robert Campillo fue presentado en Cannes, donde obtuvo dos de los premios gordos, Gran Premio del Jurado y el otorgado por la prensa internacio­nal —motivo por el cual el actor argentino no pudo hacerse con el galardón a mejor actor, debido a las reglas del certamen—. Desde que se hizo ver en el festival francés, el intérprete fue nominado por su actuación en los Premios Lumière; en los Globos de Cristal, en los Premios del Cine Europe y, actualment­e, figura entre los que compiten en los Premios César, el equivalent­e francés a los Óscar, a mejor actor revelación.

3. El escenario en el que Pérez Biscayart forja su pasión por la actuación no era el ideal. A sus 13 años eligió una escuela secundaria en la que pensó que iba a aprender a inventar cosas, pero no fue así. Pasaba cuatro horas por las tardes limando un pedazo de metal para volverlo paralelo, perpendicu­lar y plano. Era “aburrido”, dice, y contrario a todo lo que esperaba: “Era una escuela que intentaba formatear a los jóvenes para volverlos aptos para el mercado de trabajo”.

4. La suerte le tocó la puerta cuando descubrió que se impartía un taller de teatro en esa escuela. Las artes escénicas lo liberaron. Y así empieza a participar en obras de manera “muy accidental y casual”. A sus 17 ya formaba parte de dos grupos teatrales y es cuando logra su debut en televisión en los ciclos Disputas y Sol negro. A partir de ese momento todo se encadenó de una “manera impredecib­le”. Más que una inquietud, la actuación fue una necesidad, admite Pérez Biscayart vía telefónica desde Francia. “Fue bastante incontrola­ble y poco premeditad­a”, agrega.

5. El pasado año la agenda de Pérez Biscayart estuvo repleta. No solo por el estreno de 120 pulsacione­s por minuto, también por su participac­ión en otras películas como Nos vemos allá arriba y Agadah, de Francia e Italia, respectiva­mente. Es selectivo con los papeles que le ofrecen, aunque no lo parezca por la cantidad de trabajo que tuvo en 2017. No se propone cada año hacer una cantidad determinad­a de películas. Tampoco busca historias o personajes concretos. Al contrario, cree que a lo largo de su carrera estos seres que encarnó en el celuloide fueron hacia él. “Decir que no es difícil, porque uno siente miedo a quedarse solo, a quedarse fuera de algo importante, pero me parece que desde ahí uno configura el viaje que hace. Si uno puede elegir, me parece que está bien hacer uso de esa libertad”, explica Pérez Biscayart.

MUY COMPLETA E “INDESCRIPT­IBLE”

6. El actor argentino realizó su debut en Francia hace ocho años. Pérez Biscayart, que había ganado el Cóndor de Plata en 2005 a mejor revelación masculina por su papel en Tatuado, captó la atención del director Benoît Jacquot durante una proyección de La sangre brota (2008) en Cannes. El intérprete es cuatriling­üe (español, inglés, italiano, francés), pero, para ese entonces, en 2010, no hablaba ni una palabra del léxico del país galo. No sospechaba que los diferentes idiomas le iban a funcionar como una herramient­a liberadora. “A la hora de actuar, el idioma me sirve como un disfraz que me permite escucharme con otros sonidos. Descubro otras partes de mi personalid­ad y actuó emociones que quizá en español no podría hacerlas”, dice el artista.

7. A raíz de los elogios a 120 pulsacione­s por minuto, la prensa latinoamer­icana comenzó a hablar del éxito de Pérez Biscayart lejos de este continente. Cree que no se valora el talento de la región, ya que el reconocimi­ento está validado o atado a lo que se diga en los festivales de Europa o en el mercado de EE. UU. “Uno pierde la capacidad de valorar lo propio y está en constante comparació­n. Europa vive en un lugar muy fantasmáti­co de la identidad latinoamer­icana, sobre todo en Argentina”, afirma.

8. Dar el salto a Hollywood no es una meta definida, ni clara para el actor argentino. En su lista corta de los directores con los que le gustaría trabajar aparecen Jim Jarmusch, Keneth Lonnergan, Richard Linklater y David Lynch, por mencionar a algunos. “Hay muchísimos [más] y reducirlos a solo estos cuantos sería un poco injusto”, reflexiona.

9. En más de una entrevista el actor argentino ha demostrado su profunda admiración por la realizador­a Lucrecia Martel. La define como “indescript­ible”, pero a la vez muy completa. Dice que el cine de la directora salteña lo transporta a un viaje emocional que no le sucede con películas que responden a cánones narrativos más clásicos.

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(DR) Fotograma de la película Nos vemos allà arriba.
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(Sipa) En el pasado festival de Cannes durante la presentaci­ón de 120 pulsacione­s por minuto.

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