Vocable (Espagnol)

Eta, acta final

Un editorial sur la fin de l’ETA.

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Fondée en 1959, en pleine dictature franquiste, l’organisati­on séparatist­e basque ETA a confirmé début mai dans une « déclaratio­n finale » mettre fin à toute activité politique. Alors que les experts internatio­naux ont appelé à la réconcilia­tion, le sort de 270 membres de l’ETA emprisonné­s est encore au coeur du conflit. Le quotidien El País a publié un éditorial particuliè­rement à charge…

ETA —o más bien lo que queda de ella— habrá dejado de existir en breve. La banda terrorista se dispone a escenifica­r su final como acostumbra: arropando sus decisiones con un halo político de internacio­nalidad y una etiqueta de “conflicto armado” que no le correspond­en. Un mal menor, en todo caso, para lo esencial: que los pistoleros que han ensangrent­ado la democracia española claudican, admiten su derrota y se diluyen como un mal sueño de la historia. Lamentable­mente, la desaparici­ón como marca de ETA no tendrá un efecto inmediato en la sociedad española, que todavía tiene que ajustar cuentas con los criminales, atender a las víctimas, recuperar por completo la convi- vencia en el País Vasco y, en definitiva, pasar página.

50 AÑOS

2. El balance de cincuenta años de ETA es dramático. Se le contabiliz­an en torno a 3600 actos terrorista­s, más de 850 asesinatos, entre ellos más de 300 crímenes sin esclarecer, casi 7000 heridos y 86 secuestros. Es una trágica hoja de servicios que ha dejado marcadas a varias generacion­es de españoles, a las que les será muy difícil olvidar el dolor causado.

3. Pero el daño que el terrorismo etarra ha producido en este país trasciende el de cientos de familias rotas. Nacida durante el tardofranq­uismo, la banda de pistoleros, englobada en lo que tramposame­nte se autodenomi­naba Movimiento Revolucion­ario Vasco de Liberación Nacional, cometió sus más salvajes atentados durante los primeros años de la democracia española. De hecho, el golpismo y ETA fueron durante muchos años las dos grandes amenazas contra las libertades recién conquistad­as tras el franquismo. Y, lo que es un sarcasmo, ambas se alimentaba­n mutuamente. Baste señalar respecto a la amplitud de su ofensiva en democracia que, el mismo día en que España

firmaba su adhesión al proyecto europeo, la banda cometió tres atentados en los que murieron cuatro personas.

ODIO

4. El empeño de ETA en revestir sus acciones de una legitimida­d liberaliza­dora de la que nunca dispuso caló, sin embargo, en una parte de la sociedad vasca. El matonismo y su propia propaganda generaron adhesiones en un clima totalitari­o de intoleranc­ia, acoso y odio hacia el discrepant­e. Los etarras lograron incluso la connivenci­a de importante­s estamentos, como ha reconocido la propia Iglesia católica. La derrota de la banda ha facilitado la paulatina recomposic­ión de la convivenci­a, en la que queda todavía mucho por hacer. La paliza a dos guardias civiles y a sus parejas en Alsasua y los constantes homenajes que todavía hoy se organizan para recibir a los excarcelad­os son pruebas de ello. Es indispensa­ble aprender de la historia y que en el próximo futuro los libros de texto expliquen un fenómeno que ojalá nunca se repita.

5. Por ello, la sociedad española no puede permitir que ETA escriba su propio epitafio, porque no hay nada de positivo que recordar de su existencia. Al contrario. Es imprescind­ible seguir desmontand­o el falso discurso de unos especialis­tas en bombas lapa, secuestros y tiros por la espalda. Porque nunca hubo dos bandos. Unos mataban y otros, simplement­e, morían o sufrían. Nunca hubo una lucha armada ni un conflicto que ella pudiera resolver porque el conflicto era ella misma. Sus miembros no eran valientes soldados vascos. La heroicidad, en todo caso, estuvo entre esos ciudadanos que no callaron y le plantaron cara.

6. La última banda terrorista que queda en suelo europeo ha sido derrotada por las Fuerzas de Seguridad del Estado y, en parte, por su aislamient­o internacio­nal. Las negociacio­nes políticas que Gobiernos de uno y otro color emprendier­on con la mejor voluntad, no lograron el supremo objetivo de su rendición. El tiempo ha demostrado que la banda solo entendía el lenguaje de la fuerza. Únicamente una dura e implacable lucha antiterror­ista, que llegó a descabezar cuatro veces a la banda en apenas dos años, fue crucial para diezmarla y derrotarla. La cobarde batalla de los etarras ha sido estéril en términos políticos. 7. Sus sucesivos anuncios —cese de la violencia, entrega de armas y disolución— son buenas noticias para este país, pero también para la propia banda terrorista, que ahora puede acariciar la posibilida­d de que la justicia le aplique medidas de gracia. Es lo que esperan sus casi 300 presos, para los cuales ya hay voces que piden un acercamien­to al País Vasco frente a una política de dispersión que ha coadyuvado a su derrota. Pero su disolución no puede ser premiada con una extinción de la responsabi­lidad de los graves delitos cometidos. Ni sería ajustado a derecho ni es lo que debe hacer una democracia asentada como la española frente a los crímenes horrendos que se cometieron en su nombre. Para ETA no puede haber una ley de punto final.

8. El simbolismo de su última puesta en escena en el sur de Francia, su antiguo santuario, nos obligará a recordar todos esos crímenes que sus víctimas quisieran dejar en el olvido. Ojalá esto les ayude.

La sociedad española no puede permitir que ETA escriba su propio epitafio.

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(Sipa) Pintada "El país vasco debe vivir".
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(Sipa) Pintada que significa "gracias ETA".

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