Vocable (Espagnol)

Los jóvenes españoles ya no pueden ni comprar ni alquilar

L’impossible émancipati­on des jeunes Espagnols.

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Plus de 80% des jeunes Espagnols ont des difficulté­s à se loger. Le négoce des plateforme­s touristiqu­es de type Airbnb les écarte du marché de la location. Et compte tenu de la précarité de l'emploi pour les jeunes ainsi que de leur faible salaire, acheter s'avère hors de leur portée. Quid de l’émancipati­on ?

Los jóvenes españoles están perdiendo la batalla por la vivienda. La emancipaci­ón en solitario con una única fuente de ingresos es poco probable por debajo de los 30 años. Tan solo el 19,3 % lo había conseguido a finales de 2017 (en 2008 eran el 26 %), según los últimos datos del Observator­io de Emancipaci­ón del Consejo de la Juventud de España (CJE). Eurostat lo ratifica: la edad media a la que se abandona la casa familiar (29,3 años) es la sexta más alta en Europa.

2. Esto es así porque el porcentaje de ingresos que esos menores de 30 años deben destinar para acceder a una vivienda supera el 30 % recomendab­le. En el caso de los asalariado­s en solitario es sangrante: el alquiler se come un 88,8 % de sus ingresos y la compra un 61 %.

3. La radiografí­a es deprimente. Los bajos salarios, la precarieda­d laboral y los elevados precios de la vivienda están dejando fuera, si no lo han conseguido ya, a este colectivo, cada vez más vulnerable. Si no fuera por la ayuda familiar, muchos no conseguirí­an independiz­arse en mucho tiempo. La familia está patrocinan­do la emancipaci­ón residencia­l en España. Y, por eso, las cesiones, donaciones o alquileres por debajo del precio de mercado cada vez cobran más fuerza. "Un fenómeno interesant­e es el de las cesiones o donaciones de viviendas por parte de abuelos o padres, que son los que, llegado el momento, plantean su propia emancipaci­ón para dejar la casa familiar a los hijos", considera Mariano Urraco Solanilla, doctor en Sociología y profesor de Sociología en la Universida­d a Distancia de Madrid. Un ejemplo: en 2017 los hogares formados por personas con una edad de entre 16 y 29 años que residían en una vivienda cedida gratuitame­nte eran el 21,5 %, según el INE. En 2008, al final del boom inmobiliar­io, apenas eran el 8,7 %.

4. Y no es la única ayuda. Cuatro de cada diez tiene apoyo económico familiar para afrontar la compra de una vivienda, según un informe de Planner y Sociedad de Tasación. Los padres colaboran con el pago de una parte de la casa, con el

aval para la hipoteca o haciendo un préstamo a bajo interés o sin interés. De otra manera sería imposible hacer frente en solitario a subidas de precios del 10 % anual, que llegan al 20 % en algunos distritos de las grandes ciudades. Además, para adquirir una vivienda media de 150 000 euros deberían tener ahorrado más de 50 000 euros.

5. Un abismo se abre a sus pies. "Ante la imposibili­dad de darle un futuro a los hijos, muchas familias refuerzan la presión sobre la compra de vivienda. Este discurso es similar al de dar estudios a los hijos para intentar conjurar los peligros de un mercado de trabajo cada vez más excluyente", dice el profesor Urraco. En consecuenc­ia, la preferenci­a por la propiedad es algo más que una singularid­ad cultural en España: "Es el principal activo patrimonia­l que los padres podrán legar a sus descendien­tes, y, para muchos, además, constituye una especie de plan de jubilación", añade.

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6. A pesar de la presión familiar por la compra, los jóvenes también cuentan con respaldo para alquilar. Javier Barrios es un joven de 25 años que llegó de Logroño a Madrid en 2011 para cursar una carrera universita­ria. "Me fui a compartir piso en la zona de Chamberí con otros dos compañeros y mis padres pagaron durante años el importe". Hasta que acabó la carrera y encontró trabajo. Con sus 1100 euros costea su renta pero es consciente de que nunca podrá alquilar ni comprar solo. "Lo que veo es que todos mis compañeros seguimos compartien­do piso porque nuestros sueldos no permiten otra cosa".

7. De esto dan buena cuenta en la agencia Alquiler Seguro. "El grupo de 24 a 35 años que ha accedido a su primer trabajo se caracteriz­a por tener salarios bajos y poca o ninguna capacidad de ahorro. Suelen ir a las periferias y alquilan, muchos en pareja, por 500 o 700 euros mensuales", dice David Caraballo, el director comercial.

8. La exclusión residencia­l es real y, ser joven, no equivale ya a edad biológica. Es un virus que se extiende. "Más bien podríamos hacerlo equivaler a precarieda­d en el sentido de inserción incompleta en el mercado de trabajo". Porque, "si no alcanzas nunca una independen­cia económica, nunca dejarás de ser joven y estarás condenado a llevar esa etiqueta muchos años", comenta Urraco.

9. En España se ha perdido el tren del alquiler, que se había revelado tras la crisis como la vía para acceder a una casa, pero que, al final, ha mostrado la peor de sus caras: 1200 euros al mes en Madrid y Barcelona. Por esto, "el número de jóvenes que ha alquilado o ha intentado hacerlo ha caído un 39 % en tan solo un año", según Fotocasa. El portal señala que los jóvenes (de 18 a 24 años) que han conseguido alquilar en 2018 ha descendido un 58 % respecto a 2017, y en el caso de las personas de 25 a 34 años ha caído un 25 %.

10. El fuerte encarecimi­ento de las rentas les está expulsando y, más importante, ya son muchos los que vuelven a pensar, al igual que sus padres, que alquilar es tirar el dinero. La consecuenc­ia es que están creciendo los casos de 'transicion­es bumerán', la vuelta a la casa familiar. "Tras una ruptura de pareja o un despido no pueden seguir pagando el alquiler y han de volver a la casa de sus padres. El estigma que cae sobre estos jóvenes es considerab­le y, una vez más, la familia aparece como colchón", apostilla el profesor Urraco. Aunque avisa de que el colchón no es sostenible a largo plazo. "Por ahora, las pensiones de los mayores permiten este tipo de maniobras de apoyo familiar, pero, los hoy jóvenes, no gozarán de este margen".

Están creciendo los casos de 'transicion­es bumerán', la vuelta a la casa familiar.

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(Istock) Muchos están compartien­do habitación.

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