“La historia de Colombia es una larga historia de 60 años de venganza”
Interview de la réalisatrice de Matar a Jesús.
Matar a Jesús est un film inspiré par le drame personnel de la réalisatrice Laura Mora : l’assassinat de son père à Medellín par un tueur à gages. A travers la fiction, la jeune cinéaste évoque le combat qu’elle a mené contre le désir de vengeance primaire qui se niche à l’intérieur de chacun de nous. Et lance un cri d’espoir pour rompre la spirale infernale de la violence en Colombie. Interview.
Matar a Jesús es el segundo largometraje de Laura Mora, pero la directora treintañera considera esta obra como si fuera su primer filme como autora. La cinta, de la que hubo 17 versiones de guion, es una ficción inspirada en su tragedia familiar: el asesinato de su padre en Medellín en 2002. Laura iba a cumplir 22 años, era estudiante de fotografía en la Universidad Pública de Medellín cuando mataron a su padre. Destrozada, se fue a estudiar cine a la otra punta del mundo, a Australia. Jamás hubiera pensado en ir allí, pero el país le ofreció ayudarla. Se quedó allí cinco años, y allí nació el germen de Matar a Jesús.
2. Vocable: Esta ficción, en parte autobiográfica, ¿supuso una catarsis para usted? ¿Cómo fue el proceso creativo?
Laura Mora: Fue un proceso muy largo. Llevaba dos años estudiando cine en Australia cuando tuve, una noche, un sueño: estaba en una montaña, con un chico de mi misma edad, y él me dice “yo me llamo Jesús y maté a su papá”. Me levanté a las dos de la mañana y empecé a escribir sobre mi papá y fue como una catarsis. Y cada noche pensaba “ojalá sueñe con Jesús para continuar a escribir y desbloquearme…”. Entonces, no tenía ninguna intención de que fuera una película. Para mí, era como tener una conversación imaginaria con el sicario. En 2006, empecé a darme cuenta de que había material para hacer una película con imágenes que respondían a mis preguntas sobre el dolor y la violencia. Así nació el proyecto. Pero me dolía mucho exponer a mi familia y no sabía cómo hacer para separar la ficción de la realidad. En 2012, llamé a un amigo guionista que conocía de cerca la violencia y la muerte —habían matado a su hermano— y él me ayudó en el proceso dramatúrgico. Fue él quien me convenció de que el personaje tenía que estar al lado del padre cuando lo matan… Para mí, fue difícil reproducir un suceso al que no había asistido. A partir de los relatos judiciales, empecé a reconstruir el asesinato: y se disparó la película.
3. Vo.: En la cinta, el personaje se enfrenta a un deseo de venganza primitivo, pero, poco a poco, este sentimiento se convierte casi en perdón… L.M.: La palabra ‘perdón’ no la uso mucho porque es muy íntima y, en Latinoamérica, está muy ligada a lo religioso. Yo soy incapaz de perdonar a quienes hayan asesinado a mi papá, pero, lo que garantizo, es que estoy en contra de perpetrar esta violencia.
4. La venganza es una pasión, y está ligada al ser humano, no hay que satanizarla, pero no hay que llegar al acto. Yo siento que la historia de Colombia es una larga historia de venganza, de un crimen pasional que dura ya 60 años… Nos hemos matado sistemáticamente y no sabemos ni donde empezó. Cuando mataron a mi papá, me sentí capaz de matar, y este primer instinto tan primitivo me asustó mucho porque conocí al asesino que llevaba adentro. La tarea que hacemos los seres humanos es contener esa oscuridad. Pero, como colombianos, no hemos sido capaces de contener esta violencia. Faltan muchas cosas,
como la justicia primordial. Cometer un acto de violencia es tan fácil frente a un Estado inoperante... Es un poco jipi lo que voy a decir, pero me salvó el amor, tener a mi hermano, a mi mamá, lo que me enseñó mi padre... Eso hace que la película empiece con la venganza y que luego opte por otro camino. Me siento más hermanada con el sicario que con el que comanditario, el que usa a un chico mal educado y desprotegido.
5. Vo.: Medellín es otro personaje de la cinta. La filma en la oscuridad, en sus amaneceres, sus miradores… L.M. Medellín es una ciudad muy particular. Muy traumatizada y acomplejada por el narcotráfico. Así que hay una obsesión por mostrar su cara moderna: sus nuevos edificios arquitectónicos, sus distritos de innovación... Pero no quería enseñar eso, sino su hermosura caótica.
6. Medellín es tan contradictoria, contrastada, ruidosa… Es una ciudad muy bulliciosa, y eso forma parte de la tragedia. No podemos estar en silencio. Es una ciudad donde la vida y la muerte están demasiado cerca. Siempre tenemos necesidad de fiesta y nuestros oídos saben distinguir perfectamente entre un disparo y fuegos artificiales. Es una ciudad también muy dividida: por el río, por clases, por barrios... Era muy importante para mí que el personaje de la chica pudiera atravesar todos estos ‘medellines’, no entender la ciudad según la clase social. Por eso rodé en muchos barrios, para que la gente del lugar no pudiera identificar a Jesús con el barrio de ‘los malos’.
7. Vo.: Para el castin, eligió a actores no profesionales. ¿Fue complicado? L.M. Fue muy largo. Éramos cinco y, para el castin, hicimos un mapa de la ciudad pensando en los barrios en donde se podrían mover los personajes de la película. Natasha la encontré en una proyección de cine, en la universidad. Es estudiante en Artes Plásticas, como el personaje, pero ella no ha vivido el dolor de cerca. Para Giovanny es distinto porque... ¡él es Jesús! Fue reclutado por el ejército paramilitar de la ciudad a los 12 años, no tuvo familia, acababa de salir de la cárcel… Él es violento pero, al mismo tiempo, lo quieres abrazar, es muy inteligente. Los actores no tenían el guion. Rodamos en orden cronológico y, poco a poco, les iba contando la película, pero sin el final. Fue bastante traumático y duro para Laura...
8. Vo.: La película transmite, sin embargo, ternura... L.M. Sí, tiene una parte romántica. Es casi Romeo y Julieta. Los personajes, si hubieran nacido en otro contexto social, hubieran podido ser hermanos o novios…
9. Vo.: ¿Cómo fue acogida la película en Colombia? L.M. Fue increíble. Estrenamos hace un año y sigue estando en salas alternativas. Llegamos a los 50 000 espectadores. Generó mucho debate porque coincidió con los diálogos de paz. Y me di cuenta de que estaba hermanada con mucha gente que había pasado por el mismo dolor. Entendí que Matar a Jesús no solo era una carta de amor a mi papá, sino a mucha gente, que había resistido para no caer en la violencia.