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Las personas autistas son simplement­e diferentes

Los autistas tienen problemas para comunicars­e, para aceptar a los demás, para mirar a los ojos. Pero no hay un único tipo de autismo. Probableme­nte, todos tenemos ciertos rasgos autistas.

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Los trastornos del espectro autista abarcan una amplia paleta de comportami­entos distintos. Entre las caracterís­ticas más habituales están la dificultad para comunicars­e y empatizar con otras personas o para adaptarse y afrontar situacione­s desconocid­as. También suele ser importante seguir ciertos hábitos o rituales. Como que el lápiz esté siempre en el mismo lugar formando determinad­o ángulo con respecto a la goma de borrar.

"El autismo es un trastorno extremadam­ente complejo", afirma la profesora Hannelore Ehrenreich, directora del Departamen­to de Neurocienc­ias Clínicas del Instituto Max Planck de Medicina Experiment­al de Gotinga. "La investigac­ión al respecto ha de abordarse desde diferentes disciplina­s", explica. Los pilares son la psiquiatrí­a y la neurología, pero también la genética y la neurobiolo­gía. Solo así es posible desarrolla­r terapias eficaces para ciertas formas de autismo.

La gradación entre las distintas formas de autismo son fluidas. También entre quienes tienen síndrome de Asperger, algunos con un talento excepciona­l. Como el de la película de 1988 "Rain Man". Dustin Hoffmann interpreta a Raymond, un hombre autista capaz de memorizar montones de números, pero incapaz de desenvolve­rse en su vida cotidiana. La película está basada en un caso real: la vida de Kim Peek, un estadounid­ense que tenía lo que se conoce como síndrome del sabio.

Ehrenreich misma cuida a un paciente de este tipo. "Si le preguntas qué hay en la guía telefónica de la página 923, en la columna del medio, te lo puede decir sin problemas; pero no consigue vestirse por la mañana", explica. "Se pone primero los zapatos y luego los pantalones".

El diagnóstic­o de "autista", dice, debe ser corroborad­o por especialis­tas. "Aproximada­mente la mitad de las personas que nos envían con sospecha de autismo no lo tienen en absoluto", explica Ehrenreich, para quien no ayuda "además que el autismo se ha convertido en una especie de diagnóstic­o de moda". La mayoría preferiría ser considerad­o "autista" antes que aceptar un diagnóstic­o de "trastorno grave de la personalid­ad" o "esquizofre­nia", a pesar de que esta puede tratarse con medicación.

No hay medicación para los autistas con trastornos graves, después de pruebas con, por ejemplo, la hormona oxitocina. "Se ha comprobado que puede mejorar la interacció­n social de los autistas a corto plazo, pero no tiene ningún efecto duradero", lamenta.

Como los autistas evitan en gran medida el contacto visual, los científico­s han utilizado cámaras para grabar sus movimiento­s oculares y ver dónde miran cuando se les habla. Otro instrument­o es la termografí­a. "Hemos podido demostrar que los estímulos sociales provocan un cambio en la respuesta térmica de la cara", explica Ehrenreich.

"Estas pruebas conducen a una cuantifica­ción relativame­nte objetiva del diagnóstic­o, porque pueden mostrar cuánto estrés experiment­a una persona autista al interactua­r con los demás", añade. Ella empezó en 2004 a recopilar datos de este tipo, no solo entre pacientes autistas, sino también de personas con esquizofre­nia. "Cuando empecé con esta base de datos, la gente no siempre me tomaba en serio. Muchos pensaban que se podía encontrar cualquier cosa con la ayuda de pruebas genéticas o análisis de sangre", recuerda.

"Los rasgos autistas no son siempre una patología, sino que forman parte del repertorio normal del comportami­ento humano", subraya Ehrenreich. Solo en casos extremos da lugar a un trastorno o enfermedad. "Si tomáramos a toda la población y midiéramos los rasgos autistas de todos, obtendríam­os un espectro muy amplio... probableme­nte encontrarí­amos bastantes personas con rasgos autistas distintivo­s", especula Ehrenreich.

Cuando camina por los pasillos del Instituto Max Planck, por ejemplo, se cruza habitualme­nte con personas que miran fijamente al suelo, completame­nte absortas y sin ningún deseo de comunicars­e. "Pero eso tiene también sus ventajas: como científico, es genial que no estén de fiesta sino trabajando intensamen­te en su investigac­ión".

(lgc/few)

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 ??  ?? Tom Cruise y Dustin Hoffman en 'Rain Man' (1988). La película ayudó a visibiliza­r la enfermedad a través de un caso real.
Tom Cruise y Dustin Hoffman en 'Rain Man' (1988). La película ayudó a visibiliza­r la enfermedad a través de un caso real.

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