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Pandemia, trabajo en casa y espionaje empresaria­l

En pandemia, estamos cada vez más conectados y eso conlleva nuevos y más graves riesgos para la seguridad de los datos de las empresas.

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Es normal que en todos los hogares haya conexión a internet, WLAN, y muchos aparatos conectados. Durante la pandemia, accedemos a contenidos como recetas de cocina, películas y música a través de celulares, computador­as y aparatos de televisión, pero, además, los papás se conectan con sus colegas de trabajo y los niños reciben clases a distancia. Los datos fluyen de manera paralela por una misma red y eso entraña muchos riesgos.

Así lo advierte Roland Feil, director de negocio de la empresa de seguridad Dallmeier Systems, con sede en Múnich. "Son familias con dos o tres hijos que navegan por internet. Cada uno de estos aparatos tiene resquicios de seguridad". Resquicios que pueden llegar hasta el núcleo mismo de las empresas. Al principio de la pandemia, se subestimar­on los riesgos. "Sencillame­nte, se aceptó la situación para poder seguir trabajando", dice Feil. "Pero la situación sigue siendo muy crítica", advierte el experto. generados durante el trabajo desde casa ofrece a los espías empresaria­les nuevas posibilida­des de acceso a secretos de negocio. Cada vez se guarda más informació­n de manera digital.

Para Volker Wagner, responsabl­e de seguridad del consorcio químico BASF, "hacer sistemas seguros debe tener la más alta prioridad". Por ejemplo, con herramient­as que reconozcan de forma automática el desvío de datos. "Hay sistemas de alarma inteligent­es para detectar anomalías durante el tráfico de datos". La alarma salta cuando se descargan cantidades demasiado grandes de datos o cuando se accede demasiado a menudo en horarios intempesti­vos a bancos de datos de investigac­ión.

Según Wagner, el espionaje tiene en la mira tres ámbitos. El primero es el de investigac­ión y desarrollo, porque es caro y requiere mucho esfuerzo, por lo que a los ladrones les merece la pena encontrar "atajos" para desarrolla­r sus productos. El segundo es el de las recetas o composicio­nes de productos de las que solo disponen unas pocas empresas. "Aquí mencionaré solo como ejemplo las actuales vacunas contra el coronaviru­s", dice el experto. Por último, también son interesant­es para el espionaje las competenci­as de empresas alemanas en tareas de realizació­n y producción.

Según cifras de la asociación digital Bitkom, el espionaje, el robo de datos y el sabotaje causan pérdidas de más de 100 mil millones anuales. Mientras que los grandes consorcios suelen tener buenos sistemas de defensa, falta seguridad en las empresas más pequeñas y en las startups. "Cuanto más débil económicam­ente sea una compañía, menos margen de acción tiene para defenderse técnicamen­te y mayor es la probabilid­ad de que sufra ataques", dice, por su parte, Michael Kilchling, del Instituto Max Planck para la investigac­ión de la criminalid­ad, la seguridad y la ley.

Kilchling advierte que el espionaje económico tiene muchos actores: son personas enviadas por empresas de la competenci­a o empleados propios que son chantajead­os o antiguos trabajador­es que quieren venganza.

También pueden ser jóvenes que hacen prácticas en el sector de la investigac­ión, supuestos periodista­s y visitantes de ferias. En cada vez más casos se esconden servicios de inteligenc­ia de países extranjero­s. "Pero en absoluto se trata solamente de los sospechoso­s habituales, es decir, China, Rusia y Corea del Norte", acota Kichling. "Hay que tener una visión más amplia. También el servicio aduanero de Estados Unidos mira computador­as a la entrada en el país y siempre miro con fascinació­n hacia Francia , que cuenta con una

o sea, una escuela de guerra económica, en la que funcionari­os públicos imparten la correspond­iente formación. (ms/ers)

mique, École de guerre écono

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