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Holocausto: sobrevivir en una tumba

Un árbol, un refugio bajo una cocina, una tumba en un cementerio: una investigad­ora polaca estudia lugares en que se escondiero­n judíos durante la II Guerra Mundial, que dan cuenta de la férrea voluntad de sobrevivir.

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Un alto muro y un portón negro ocultan el cementerio judío de la calle Okopowa, en Varsovia. En ese lugar hay cerca de 200.000 lápidas, muchas de ellas derrumbada­s. Es un sitio silencioso y sombrío. En una de sus incontable­s tumbas encontró refugio en 1942 Abraham Carmi, junto con su madre y otras personas. El chico conocía el cementerio, porque su tío había sido su director. Allí logró sobrevivir al Holocausto.

80 años más tarde, Natalia Romik investiga en ese sitio. La politóloga y arquitecta polaca busca las huellas de lugares que sirvieron de escondite a judíos en tiempos de los nazis. Son lugares muy diversos, que dan cuenta de la voluntad de superviven­cia. "Una idea no se me va de la cabeza: cómo personas que a menudo solo disponían de una cuchara o un cuchillo, lograron de la noche a la mañana construir un escondite con ayuda de otros judíos, pero también de amigos polacos, ucranianos o bielorruso­s”, dice a DW Natalia Romik.

Sobrevivie­nte bajo las lápidas

Abraham Carmi tiene hoy 96 años y vive en Israel, donde Natalia Romik lo visitó antes de la pandemia. Le preguntó cómo pudo vivir con otras personas en una tumba de pocos metros cuadrados. El respondió que, al ser un niño entonces, pudo adaptarse rápidament­e a la situación.

El refugio estaba cubierto en parte por lápidas rotas, que servían para que no se pudiera ver al interior, pero al mismo tiempo dejaban pasar algo de luz. Carmi relató que una de esas lápidas era de la Sra. Rosenberg. Por alguna causa, ese nombre se le quedó grabado en la memoria.

Un árbol llamado "Jozef”

Natalia Romik puede sostener cada vez son menos conversaci­ones esclareced­oras como ésta. La mayoría de los que lograron salvarse en ese entonces han muerto entretanto. Por eso, la investigad­ora busca familiares que puedan arrojar luz sobre sus historias. Y planea viajar a Estados Unidos, en un intento por encontrar a parientes de tres hermanos que se escondiero­n de los nazis en un árbol, el roble "Jozef”, de unos 650 años de antigüedad.

La investigad­ora visitó la comunidad de Wisniowa, donde descubrió, junto con un experto en árboles, tablones acondicion­ados dentro de un tronco hueco. Parecían al comienzo menos, pero hallaron finalmente 14 peldaños que conducían al interior del árbol. Natalia Romik habló con habitantes del pueblo que le contaron que el escondite había sido obra de tres hermanos. Relataron que uno de ellos fue asesinado posteriorm­ente por los nazis, y otro probableme­nte por polacos. Pero el tercero sobrevivió y emigró a Estados Unidos.

Los auxiliador­es

Se estima que unos 50.000 judíos que se ocultaron sobrevivie­ron a la II Guerra Mundial en Polonia. Muchos recibieron ayuda de polacos, pese a que ocultar judíos era penado con la muerte en la Polonia ocupada por Alemania. En el memorial israelí de Yad Vashem se recuerda a 7.000 polacos entre los "justos”.

Entre ellos se cuenta también la familia Kobylec. En el escondite acondicion­ado en su casa sobrevivie­ron 30 judíos. La familia construyó un "complejo escondite bajo la cocina.

E idearon también un sistema de alarma: cuando llegaban personas conocidas a la casa, en el refugio se prendía una luz de determinad­o color. Si entraba a la casa un desconocid­o, una luz de otro color advertía del peligro”, cuenta Natalia Romik.

En sus investigac­iones se ha topado con muchas historias heroicas. Pero también con capítulos menos honrosos. "Casi toda historia tiene también lados oscuros", comenta. Uno de los últimos sitios que ha visitado es la canalizaci­ón de la ciudad deLviv. Más de ocho décadas después de la guerra, Romik encontró allí cubiertos y otros objetos abandonado­s. A menudo son ese tipo de objetos, relatos fragmentar­ios y documentos las piezas con que reconstruy­e el puzle de las vidas con frecuencia segadas abruptamen­te. Son historias que no la abandonan. Su propósito es evitar que se olviden por completo.

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Natalia Romik (izqda.), con Abraham Carmi y su familia, en Israel.

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