Diario El Heraldo

EntrE ParéntEsis Reliquias de Semana Santa

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cadáver junto a cada una de ellas, y uno de los cuerpos volvió a la vida: ésa era, por tanto, la cruz de Jesús. Esta fecha fue celebrada por la iglesia hasta que Juan XXIII la eliminó del calendario eclesiásti­co en 1960”. Así cuenta Peter Villanueva Hering en su libro “Errores, falacias y mentiras” (1998: 349), el origen y “final” de una tradición que, hasta la fecha y en contra de las intencione­s del “Santo Papa bueno”, perdura entre la población devota que aguarda - con una fe inamovible- la llegada del 3 de mayo (“día de la Santa Cruz”), pues para entonces deben haber caído también las primeras lluvias de nuestro invierno tropical.

Las tradicione­s usualmente resisten el paso de los tiempos... y a Roma. Buen ejemplo son la devoción por San Cristóbal (patrono de los automovili­stas) y Santa Bárbara (patrona de los mineros), oficialmen­te suprimidas en 1969 por el Vaticano, cuando Pablo VI eliminó al menos 30 festividad­es litúrgicas - por su inexactitu­d histórica o por no ser “universale­s”- pero que siguen “vivas” en fiestas patronales, llaveros y adhesivos en las paredes de los autobuses. Por evidencias como estas, y en contra de la opinión de los sabihondos estudiosos del comportami­ento social, me resisto a creer que la llegada de la posmoderni­dad y la parafernal­ia digital harán fenecer estas tradicione­s. Cada vez que se acerca mayo, Navidad o la conmemora- ción de la Semana Mayor, encuentro más y mejores argumentos para discutirlo a mi favor.

Aunque muchos de quienes leen estas líneas lo hacen en alguna playa o localidad de veraneo y otros en su hogar por imposición presupuest­aria, hay un buen número que decidieron trasladars­e a sus lugares o no viajar, participan­do del luto colectivo de la jornada de hoy, cuya mejor expresión local se presenta en las nutridas procesione­s. Hombres y mujeres, comprometi­dos y pertenecie­ntes a cofradías de larga data y con particular cercanía a sus parroquias, dedican sus vidas a mantener viva una de las expresione­s más tradiciona­les de la temporada, que ha permitido en más de una ciudad la preservaci­ón de imaginería centenaria ( alguna incluso colonial).

Las avenidas y calles se continúan llenando de personas que, con fervor - la mayoría- siguen de cerca el recorrido pausado y riguroso del viacrucis, tal y como lo hicieron sus padres y madres, abuelos y generacion­es pasadas. Es irrelevant­e la exactitud histórica del horario, episodios (estaciones) y personajes de la historia ahí representa­da: acompañar sus reliquias y simbolismo es lo más importante para quienes participan de ella.

Así son las tradicione­s. Perviven, más allá de las personas y de los tiempos. Estamos hechas de ellas. De Viernes Santos, días de la Santa Cruz y de esas primeras lluvias de mayo

Hombres y mujeres, comprometi­dos y pertenecie­ntes a cofradías de larga data y con particular cercanía a sus parroquias, dedican sus vidas a mantener viva una de las expresione­s más tradiciona­les de la temporada”.

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