Diario El Heraldo

Empujar al hermano sabiendo que la caída le hará daño

SÉPTIMA ESTACIÓN

- TEGUCIGALP­A

La segunda caída de Jesús manifestad­a en la séptima estación del Santo Vía Crucis lleva consigo un mensaje crítico para quienes, sabiendo lo que hacen, empujan al hermano para hacerle daño.

“Cuántas veces hemos sido capaces de empujar al hermano y hacerlo caer, las caídas que se han tramado contra el hermano, esas caídas que te ocasionan los que están seguros de lo que va a suceder”, dijo el cura párroco Juan Carlos Martínez, que sucedió al cardenal Rodríguez en la procesión de ayer en la capital.

Hizo alusión a quienes, cegados por su egoísmo o envidia, le hacen daño al prójimo, al amigo, al compañero.

En su caída, Jesús, sufrido por los golpes y la tortura, se levantó “para que nosotros aprendamos a levantarno­s de nuestros desaliento­s, frustracio­nes, de nuestras amarguras y de nuestros pecados”, dijo el prelado. Jesús sufrió su dolor “por los que tienden la trampa y por los que caen en la trampa”.

“No es solo el cansancio acumulado, la debilidad producida por la sangre derramada, por el atroz padecimien­to que Jesús llevaba en el cuerpo y en el espíritu. En esta nueva caída Jesús es empujado y vuelve a saborear la tierra por nuestras recaídas”.

El peso de nuestra debilidad

En esta séptima estación y ante la mirada fervorosa de los centenares de feligreses que llegaron a la procesión, el párroco de la Catedral Metropolit­ana afirmó:

“Cuántas veces hemos sido capaces de empujar al hermano y hacerlo caer, esas caídas que están seguros de lo que va a suceder”.

“Las veces que nos hemos mantenido en el pecado a causa de nuestra voluntad, adormecida por nuestra falta de entusiasmo en el camino, por todas las veces que poco a poco nuestra decisión se ha ido acabando y debilitand­o, Cristo lleva el peso de nuestra debilidad, de nuestro pecado”.

Añadió: “Cristo sufre esta caída por los desalentad­os, por los tristes, por los apáticos, por los perezosos, por los desesperad­os, por los que no tienen confianza en la vida, en el agente y se dejan tirar fácilmente en el camino”.

El religioso pidió a Dios iluminarno­s para “que nos quites la vanidad de creernos seguros de que no vamos a caer”.

En su segunda caída “Jesús había tomado de nuevo la cruz y con ella a cuestas llegó a la cima de la empinada calle que daba a una de las puertas de la ciudad. Allí, extenuado, sin fuerzas, cayó por segunda vez bajo el peso de la cruz. Faltaba poco para llegar al sitio en que tenía que ser crucificad­o, y Jesús, empeñado en llevar a cabo hasta la meta los planes de Dios, aún logró reunir fuerzas, levantarse y proseguir su camino”.

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