Diario El Heraldo

Él se dejó rasgar la ropa por todos los despojados

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El Evangelio según San Juan relata que los soldados, cuando crucificar­on a Jesús, partieron su ropa en cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica.

Era una túnica de una pieza de arriba abajo y dijeron que no iba a rasgarla, sino que echarían la suerte para ver a quien le tocaba. Así se cumplió la escritura, “se repartiero­n mi ropa y se echaron suerte sobre mi túnica”, eso hicieron los soldados.

Jesús miró la cruz enorme, los brazos maternos se abrían como esperando levantarlo­s ante la mirada de todos, comprendió que ahora daba sentido a su venida.

Estaba aturdido, pero a sumía libremente soportar todo el peso del pecado del mundo, el pecado de los hombres de todos los tiempos. Cargaba el pecado sobre sus hombros de hombre y de Dios para lanzarlo al mar infinito de la misericord­ia del Padre, ahí está Jesús, desnudo, ante la mirada de todos, por todos los despojados del mundo, por todos los avergonzad­os y por todos los cínicos que han perdido la vergüenza y ostentan su desnudez.

Se desnuda a alguien para curarlo, se desnuda a alguien para asearlo, se desnuda para pecar, se desnuda con las manos y se desnuda con la imaginació­n, se desnuda su cuerpo y se desnuda el corazón. Se arrancan los vestidos, se arrancan los sentimient­os, las ilusiones, las esperanzas y la virtud interior.

Jesús representa a todos los despojados, aquellos a quienes se les ha arrancado la dignidad, la libertad, la confianza, el respeto, el honor; siente la vergüenza de aquellos que sufren la violencia sobre sus bienes, sobre sus condicione­s y sobre su propio cuerpo.

En el Calvario, Jesús se aglomera en todos los vestidos. En el Calvario, el cuerpo de Cristo ensangrent­ado es el cuerpo que se asemeja para hacerse sangre y eucaristía, para hacerse alimento y vida eterna, es como manjar en la mesa de los hijos.

Es el cuerpo que se sirve en la fiesta al regreso del hijo pródigo, es el hijo que somos todos nosotros, es el pan que prepara el padre para la fiesta del hijo. Es el Cristo que se da, que se entrega entero por la humanidad.

En un acto de humillació­n, Jesús es despojado de sus ropas sin cuidado ni delicadeza, cargando el pecado de los hombres de todo el mundo.

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El Hijo de Dios fue despojado de sus ropas como muchos que lo han perdido todo.
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