La H gana y está viva
Con un olímpico repleto, honduras venció 2-0 A El salvador y revivió el sueño de estar en rusia 2018.
Caminando en la delgada línea entre la gloria y el infierno, la Bicolor cogió una bocanada de oxígeno gracias a su golpe de autoridad en el Olímpico ante una escasa y deficiente Selecta...
Un golazo de Boniek García, algunos minutos de tensión por el recuerdo del empate en el Cusca y el cierre preciso de Romell Quioto dejaron a la H con un panorama distinto, luego de cuatro juegos disputados en el cuadrangular A de Concacaf.
Se sufrió, pero llegó...
En el disturbio de la inquietud, Honduras se llenaba de nervios en el último pase, el pase a la red, y Alberth Elis, Anthony Lozano, Andy Nájar y hasta Jorge Claros juntaban las copas para brindar, pero chocaban contra la mala suerte, vestida de azul, convocada por Ramón Maradiaga, el primer salvadoreño que miraba el 0-0 como un gran marcador...
Prohibidas las malas interpretaciones, ha sido el juez costarricense Ricardo Montero el victimario de las dos jugadas que marcaban la tendencia a favor de los visitantes; en las dos acciones volvió a ser protagonista el grandote de Derby Carrillo, que derribó en el área a los dos atacantes hondureños.
Para el hombre de negro no hubo penal y, luego, ni siquiera el enojado Elis podía contra las noticias que venían de la meta de la Selecta: dos tubos impedían que la Panterita se consagrara.
Nada podía contra la terrible mala suerte. Nada. Hasta que Boniek García se acordó de sus años maravillosos y explotó su pierna izquierda hacia el minuto 52... ahí le cambió la cara al del Houston Dynamo, ahí le cambió la cara al partido.
Todo se originó con un rechazo de Henry Romero, el Catrachito, alejado de los libritos de la escuela. La mandó al centro, ahí mismo donde Boniek García paró de pecho y le mandó un malicioso latigazo a Derby Carrillo, gigante de 1.93 metros que apenas pudo adornar el misil tierra aire que enderezó el camino de la H; perfecto ejemplar de las bellas artes, el gol pudo clarificar las aguas de un partido relativamente tranquilo para la H.
Y cuando los fantasmas del Cusca le hacían cosquillas al Olímpico, Romell Quioto encaró a la maltrecha zaga salvadoreña y, sin ángulo, dictó justicia para una H que hizo lo imposible: regresar la confianza de su pueblo