América Latina: los tentáculos de la corrupción
E l subcontinente continúa siendo golpeado por un mal endémico que empobrece a sus poblaciones más desprotegidas y corroe la reserva moral de varias naciones.
Los escándalos más recientes tienen que ver con la multinacional brasileña Odebrecht, que había institucionalizado la práctica de pago de sobornos a cambio del otorgamiento de lucrativos contratos de infraestructura, tanto en su propio país como en otras repúblicas hemisféricas.
Hoy, su principal ejecutivo, Marcelo Odebrecht, ha sido sentenciado a 19 años de cárcel, acusado de corrupción y lavado de activos. Paralelamente, la estatal empresa Petrobras donó dineros públicos a políticos de distintos partidos que hoy intentan, vía sus representantes en el Legislativo, obstruir las investigaciones judiciales, mismas que han alcanzado tanto al expresidente Lula como al actual incumbente, Michel Temer.
En Perú, el exgobernante Alejandro Toledo es acusado de recibir $20 millones por la referida compañía como recompensa por haber sido escogida para la construcción de carreteras.
En Colombia se afirma que el actual mandatario Juan Manuel Santos fue beneficiado con $1 millón para financiar su reelección presidencial.
En México, Guatemala, República Dominicana, Panamá, Ecuador, Venezuela y Argentina también han ocurrido pagos ilícitos a personeros gubernamentales por parte de Odebrecht, que a lo largo de los años había creado redes de mutuo beneficio al margen y en oposición a las normas administrativas y a los códigos de ética de estos países.
En Guatemala ha sido arrestada la magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Blanca Stalling, denunciada por un juez de haberlo presionado para que otorgara un fallo favorable a su hijo. Adicionalmente, cercanos familiares del actual mandatario son investigados por la comisión de actos ilícitos.
En Honduras, el extitular del Ejecutivo, Rafael Callejas, será sentenciado a mediados de año en los Estados Unidos al haber aceptado el otorgamiento de sobornos a cambio de ofrecer derechos exclusivos de transmisión de los juegos de nuestra selección de fútbol a una promotora de espectáculos deportivos televisivos.
Así, la corrupción sigue viva y presente en nuestra América, reproduciéndose y multiplicándose, en que participan actores privados y oficiales, pese a los esfuerzos -más efectivos y duraderos en unos países que en otros- por denunciarla, neutralizarla y sancionarla.
En esa lucha perpetua, la ciudadanía no puede actuar pasivamente, debe transformarse en agente activo por cuanto el cohecho afecta a la actual y las futuras generaciones de manera devastadora