País soñado La incierta sociedad de niñas madres
los mitos, la sexualidad mediática, la oposición religiosa y la proscripción del tema impiden que los preadolescentes conozcan de una forma menos traumática su intimidad y que puedan limitarla, o al menos, evitar las concepciones indeseadas. Es sorprendente la relación entre una escolaridad incompleta y el embarazo precoz.
Tiene mucho que ver la pobreza: estas niñas embarazadas son hijas de otras niñas, en un círculo insufrible y desatendido por años. Vienen del barrio empobrecido, cohabitan en el hacinamiento y sobreviven en el mercado informal, en la venta de cosméticos, frituras en las calles o bisutería; trabajan en el servicio doméstico, cuidando a otros niños, mientras descuidan a los propios. Hay embarazos adolescentes en todas la clases sociales, pero se repiten más en la pobreza, donde paradójicamente ninguna solución es fácil.
Tiene mucho que ver la sociedad: gran parte de estas niñas madres vienen de hogares desestructurados -así los llaman- o rotos, con padres alcohólicos o ausencomendaciones a veces con una abuela o una tía. El tema de la sexualidad es un tabú o se maneja con insultos, y la nena repite el desconocimiento de su propia fisiología y de la salud reproductiva; y solo se queda con esas cosas que dicen los otros muchachos, conceptos equivocados y re- peligrosas. Es frecuente la baja autoestima, que las obliga a buscar el refugio donde sea a costa de la complacencia, el riesgo y el futuro. Y lo más cruel: los embarazos por la constante violencia sexual, que va desde el chantaje y la coacción, hasta el ultraje, el forzamien- to bajo amenaza armada y con golpes.
Desde el gobierno dicen que quieren romper con este otro eslabón de multiplicación de pobreza y la Oficina de la Primera Dama tiene el respaldo de Naciones Unidas y de otros organismos de cooperación que le han permites, tido abrir unas 57 clínicas en diferentes partes del país para brindar charlas y recursos médicos de prevención de embarazos en adolescentes. Y aunque sea una prioridad para la esposa del mandatario, Ana de Hernández, los casos rebasan las posibilidades inmediatas: una de cada cuatro niñas de nuestro país ha estado alguna vez embarazada.
Entre el espanto y la desesperación, las niñas embarazadas arriesgan sus vidas y la de sus bebés en gestación; algunas pasan hasta tres meses sin contar a nadie su estado, con el vientre ceñido o escondidas por allí; y sin atención médica prenatal se complica el bajo peso, la anemia, las infecciones, la hipertensión. El riesgo de morir en cuatro veces mayor en una menor de 16 años.
Si logran sobrepasar todo esto, el destino de su chiquillo igual será incierto. Puede que la vida sea gentil y lo haga mecánico, o ingeniero, o médico; tal vez como la niña de la gasolinera, venda chucherías en los parqueos; y ojalá que no, que no lo lleve la mala suerte a una carrera delincuencial
Hay embarazos adolescentes en todas la clases sociales, pero se repiten más en la pobreza, donde paradójicamente ninguna solución es fácil”.
“El tema de la sexualidad es un tabú o se maneja con insultos, y la nena repite el desconocimiento de su propia fisiología y de la salud reproductiva”.