Un hospital pobre para los pobres
La crisis que atraviesa el Hospital Escuela Universitario golpea a quienes siempre pagan las consecuencias de la negligencia, corrupción e indiferencia gubernamental, los más pobres. Aunque para 2017 el presupuesto general del Estado aumentó en unos 18 mil millones de lempiras, se redujo en más de 327 millones el del sector salud, al que impactan los altos índices de violencia, de accidentes de tránsito y la alta demanda de la población, más del 70% que no tiene acceso al Seguro Social, menos a los servicios privados que atienden aproximadamente a un privilegiado 6%, según datos de 2014 del Foro Nacional de Derecho a la Salud.
En el caso particular del Hospital Escuela, colapsado por un déficit de alrededor de 700 millones de lempiras, estamos hablando de más de 700 mil atenciones al año. Como han mencionado sus autoridades, es el único hospital que atiende emergencias en cerca de 150 kilómetros a la redonda, además de que recibe referencias de todos lados ante las deficiencias de la red sanitaria.
Escasez de medicinas, falta de espacio y de equipo médico, déficit de personal, capacidad de camas (1,300) superada en un 200% y citas médicas demasiado espaciadas son parte de la lista de deficiencias que tienen que soportar los pacientes, como si no fuera ya demasiado la pésima atención de muchos empleados, prepotentes, insensibles y hasta abusivos.
Además del presupuesto insuficiente, la crisis del Hospital Escuela Universitario es resultado de las malas administraciones, de la corrupción, tan arraigada en el sector salud, donde los altos funcionarios cometen abusos como el denunciado recientemente por EL HERALDO, para favorecer a sus adláteres, del paracaidismo y de la inoperancia de los entes contralores, al grado que, agónico, no expira gracias a las donaciones, apoyo externo y la labor silenciosa de las ONG.
El emblemático centro asistencial es un síntoma de la desidia del gobierno que no es capaz de garantizar el acceso digno a la salud, una muestra más de la inequidad que se ceba con la mayoría, esa cuyo voto necesitan los políticos, pero que a la hora de devolverle el favor se vuelve invisible