Violencia De chimba a AK-47
parte del Estado. En tanto sus actividades iniciales estaban confinadas a zonas marginales urbanas, la atención de los gobiernos se centraba en otras temáticas consideradas más importantes.
Esta primera etapa se centraba en las peleas entre grupos de jóvenes, en disputas por liderazgo e influencia, el raterismo y la utilización de armas blancas y de fuego improvisadas. Empero, cuando se asociaron con el crimen organizado, su activar se incrementó al igual que sus ingresos ya que se focalizaron en el tráfico de drogas, el sicariato y la extorsión. Ampliaron su radio de acción más allá de sus respectivas zonas para extenderse a sectores residenciales de clase media e incluso alta, mismos que empezaron a asumir acciones defensivas como la contratación de agencias de seguridad, negocio cada vez más lucrativo para sus propietarios y adquisición de cámaras televisivas, alambrados electrificados, cierre de colonias al tráfico vehicular y peatonal de personas no residentes en dichos espacios habitacionales.
A medida que los ingresos de las maras han aumentado, han contratado personal especializado en el lavado de activos, invirtiendo cuantiosas sumas en la adquisición de inmuebles y establecimiento de empresas mercantiles.
El tráfico de drogas, a su vez, ha incrementado los niveles de adicción entre jóvenes y adultos, quienes para poder adquirir estupefacientes recurren a la delincuencia, un círculo vicioso del que es muy difícil escapar ante la ausencia de centros y tratamientos de rehabilitación.
Además de establecer nexos con el narcotráfico y con elementos policiales y militares corruptos, también han forjado alianzas estratégicas con sus pares de los países vecinos, particularmente aquellos ubicados en El Salamericanos; vador. Su poder de fuego se ha fortalecido con la compra de armas de grueso calibre, con preferencia por la AK-47, que circula en todo el istmo desde el fin de la guerra civil en Nicaragua.
Tal como nos recuerda el investigador Tomás Andino Mencía, “las políticas de Estado sobre las maras en Honduras se han caracterizado porque: 1) se trata de políticas de carácter regional y no nacional; 2) no son definidas de forma soberana... sino con una potente influencia-injerencia de los Estados Unidos condicionada a la agenda del gobierno de ese país; 3) no son motivadas en interés de la juventud hondureña, sino de los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos y de las élites económicas y políticas de los países centro- 4) han desembocado en un rotundo fracaso; si algo retrata esta conclusión es el hecho de que Honduras disputa el dudoso honor de figurar entre los países más violentos del mundo y más inseguros para su juventud” (“Maras y violencia, estado del arte de las maras y pandillas en Honduras”, 2016).
La acción represiva estatal debe estar acompañada paralelamente por una amplia campaña de rehabilitación que incluya garantías de empleo productivo, destoxificación, creación de programas de entrenamiento y educativos de carácter técnico-vocacional. Muchos jóvenes desean contar con una oportunidad para poder escapar de la espiral de autodestrucción en que discurren sus “vidas locas”
El tráfico de drogas, a su vez, ha incrementado los niveles de adicción entre jóvenes y adultos”.