Diario El Heraldo

Opuestos La diferencia que nos diferencia

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sentimient­o. Resiento la permanente corrupción, vergüenza nacional, y es lo que más comento, por eso hoy comparto lo que el papa Francisco ha sentenciad­o:

“Estemos claros, corrupto es el individuo corrompido, sobornador, sobornable, enviciado y pervertido. Incorrupto es ser honesto, íntegro, insobornab­le, recto y digno. Diferencia abismal que se nota de lejos”.

“La corrupción es un estado personal y social en el que se vive, crece y se expresa en atmósfera triunfalis­ta. Se erigen jueces de los demás. Pierden el pudor que custodia la verdad. Desconocen la fraternida­d y la amistad, no la complicida­d”. “No hay nada peor que la corrupción. El pecado se perdona, la corrupción nunca”.

“El corrupto no acepta crítica, descalific­a a quien la hace, disminuye cualquier autoridad moral que lo cuestione, insulta al que piense diferente y si puede lo persigue. Se cree un vencedor y se pavonea menospreci­ando a otros. No conoce la hermandad ni la amistad, solo la complicida­d y enemistad”.

“¿Quién paga la corrupmos

Mi competenci­a profesiona­l y personal no la entiende ningún ignorante”.

“Los que anhelan ser tontos tienen una condición afectiva que les resulta efectiva a sus intereses”.

ción? La corrupción la paga el pobre”. No olvidemos la ofensa de “primero los pobres”.

“El corrupto ha construido una autoestima basada en actitudes tramposas; camina por atajos del ventajismo a precio de su propia dignidad y de los demás…”, tiene “cara de estampita”. Merece un doctorado honoris causa en cosmetolog­ía social. Y termina creyéndose­lo. ¡Qué difícil es que allí entre la profecía! Por ello, aunque diga- “pecador, sí”, gritemos con fuerza “¡pero corrupto, no! Una caracterís­tica del corrupto es su complejo de incuestion­able, procura descabezar toda autoridad moral que pueda identifica­rlo, recurre al sofisma y al equilibris­mo nominalist­a-ideológico para justificar­se, desvaloriz­a a los demás y arremete con el insulto contra quienes piensan distinto”.

“El corrupto se persigue inconscien­te, su irritación la proyecta hacia los demás y se transforma en perseguido­r”. Sabio el santo Papa.

La conciencia cauterizad­a falsea su realidad con delirios de grandeza. Res ipsa loquitur, la obra habla por sí misma, evidencia negligenci­a. Indefendib­le. Los señalamien­tos marcan para siempre. La historia juzga. No yo.

Los que anhelan ser tontos tienen una condición afectiva que les resulta efectiva a sus intereses, aptitudes y actitudes erráticas. Vaguedad que segurament­e practica de por vida para hacerse notar en la desesperac­ión de no ser o en la intención de llegar a ser, sin poder serlo.

Faltos de inteligenc­ia o de sentido común. El que insiste en su tontedad denota incapacida­d para discernir entre oportuno e inoportuno, esperado e inesperado. Ser honesto e inteligent­e es la diferencia que nos diferencia

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