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Qué vicio! Pasaron las elecciones primarias y los políticos lo volvieron a hacer: hay denuncias de irregularidades y fraude en los tres partidos que participaron, que habrían aumentado la cantidad de votos para presumir un gran caudal electoral y favorecer a ciertos candidatos; pero también acrecentaron el desencanto de la población y la abominación por la politiquería.
El proceso en sí fue muy interesante; llegó mucha gente a votar (no tanto como reflejan los conteos) a pesar de que se trataba de una elección dentro de los partidos, que habitualmente solo consigue el voto duro, el de los militantes y algunos simpatizantes muy comprometidos; además no hubo mayores incidentes. La masiva participación en las votaciones y la preocupación por las irregularidades evidencian la gran politización de los hondureños y eso es bueno. Una sociedad politizada, como el despabilamiento de los hondureños desde el golpe de Estado de 2009, mantiene una vigilancia permanente sobre los políticos y puede exigir y conminar las transformaciones, hasta que se acerquen lo más que se pueda a la justicia social. Lo contrario: la despolitización, permite que los que están en el poder hagan lo que quieran y que la democracia sea solo un simulacro.
Desde la lógica ciudadana resulta curiosa la conducta de los políticos, que se hacen trampas entre ellos mismos en unas elecciones primarias o internas no solo porque al insuflar las urnas se engañan respecto a su verdadero respaldo popular, sino que se desprenden del interés colectivo de su partido para representarse ellos. Así, cada movimiento interno parece un pequeño partido dentro de uno grande y se matan con los otros; y emergen con innegable claridad las ambiciones personales de cada aspirante que quiere ser el primero de la lista como sea,
Desde la lógica ciudadana resulta curiosa la conducta de los políticos, que se hacen trampas entre ellos mismos en unas elecciones primarias o internas”.
“Estas prácticas abyectas solo demuestran la necesidad de recuperar la política para el ciudadano, porque se ha comprimido tanto, solo para el político”.
y llega la trampa, el fraude, los resentimientos, los rencores y el desgaste. En unos meses vienen las elecciones generales para enfrentarse a sus verdaderos rivales, pero llegan divididos y golpeados internamente; y también regresarán la maquinación y el ardid, y para infortunio de los electores, estas manipulaciones del sistema deciden los resultados.
Ya vimos impresionados las imágenes en las que miembros en una mesa electoral del Partido Nacional rellenan las urnas con votos indiscriminadamente, como si cambiaron de una canasta a otra un suministro de tortillas. También flotan en Internet las actas alteradas hasta el absurdo, algunas con más votos que los asignados a la mesa electoral, en el Partido Libertad y Refundación (Libre); y las denuncias de compras de urnas y la manipulación de las actas entre los representantes del Partido Liberal. En los tres partidos se cometieron delitos electorales y traiciones a sus seguidores y los resultados que tenemos son falaces. Lo permite el sistema con sus imperfecciones y la negación de hacer un cambio profundo en el modelo electoral porque conviene a algunos políticos.
Estas prácticas abyectas solo demuestran la necesidad de recuperar la política para el ciudadano, porque se ha comprimido tanto, solo para el político, aunque nos afecta a todos. De la política dependen los precios de los frijoles, de la escuela, de la casa, los puestos de trabajo, la salud, la seguridad ciudadana, la justicia y dejar el subdesarrollo. Pero las personas tienen que dedicarle tiempo y aprender política es una ciencia, hay que estudiarla; así como muchos saben de fútbol, conocen a los jugadores, identifican las capacidades y debilidades de un defensa o un delantero, leen su historial, valoran la estrategia de juego, abominan del juego sucio y admiran al talentoso. Como el fútbol, la política también es una pasión