Diario El Heraldo

¿Doctores o carniceros?

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Hace varios años, mi abuela materna de más de 80 años, que vive en una aldea del cálido sur de Honduras, empezó a sufrir ciertos malestares en una de sus piernas. Fue donde un doctor de la zona, que le dijo que había que amputarle la extremidad debido a que presentaba gangrena. Mi abuela consultó a otro médico en la capital, que le dio similar diagnóstic­o e hizo la misma recomendac­ión: había que cortar la pierna. Ella dijo que mejor se moría, pero que iría entera al cajón. La amputación debía ser arriba de la rodilla. Viajó entonces a El Salvador donde otro doctor, que le hizo una especie de lavado y le terminó quitando una mínima porción del dedo meñique. Regresó a su casa con ambas piernas. Es imposible no estremecer­se, alarmarse y preocupars­e ante la desproporc­io- nalidad entre el procedimie­nto sugerido por los médicos que consultó en el país y el que finalmente se le aplicó en El Salvador. Cortar una pierna, como quien corta un cabello quemado o extrae una uña con hongo... ¿A cuántas personas se les ha aplicado tan dramática (y lo peor, innecesari­a) medida en los hospitales de nuestro país, cuando había posibilida­des de salvar el miembro afectado? Este caso refleja las deficienci­as éticas, de capacidad y calidad en la atención en salud. Sobra decir que la amputación debería ser la última opción, y el médico está obligado a descartar con toda rigurosida­d todas las alternativ­as posibles. Resulta que mi abuela ahora presenta síntomas similares en las manos y otra vez acudirá al doctor, donde le resulta más cómodo por su edad y donde espera gastar menos, en nuestro país, con el miedo por supuesto de que le diga que hay que cortar. Esperamos, con cierto escepticis­mo, que la historia no se repita. Aimée Cárcamo PERIODISTA

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