Entre líneas Luis Zelaya, ¿más de lo mismo?
basada en que, como el Partido Liberal no ha preparado líderes de recambio, carece de candidatos viables. Esto era cierto, y coincidía con un liderazgo nacionalista más joven y profesional.
Libre parecía un adversario relativo, vagamente opositor, dividido, que aparenta más vocación negociadora que hambre de poder.
Pac lucía un poco más peligroso, pero limitado por su falta de estructuras partidarias y su mensaje monotemático. La gente piensa primero en la comida y en el empleo, y después en la corrupción.
Con estas autocomplacencias, más el peso del poder -y del dinero que provee-, el triunfo nacionalista parecía garantizado.
Hasta que liberales espontáneos, de un partido todavía no movilizado pero ya esperanzado, protagonizan unas inesperadas elecciones internas. Esto podría repartir de nuevo las cartas del juego político, con baraja nueva. Todo, triunfalismos, liderazgos, apuestas, arreglos, todo queda en entredicho. Sin embargo, las elecciones internas trajeron otra sorpresa, opacada por la reacción liberal.
notoria la organización y la movilización del Partido Nacional, así como el predominio de líderes jóvenes. A pesar de los escándalos de corrupción y tráfico de drogas de personajes del gobierno y afines a él, es evidente que hay un liderazgo presidencial que mueve las masas nacionalistas.
Ofreciendo modestas esperanzas ciudadanas, este parecía ser el panorama elec- toral cuando se conocieron los resultados de las internas.
Días después surgieron los reclamos de fraudes en los partidos Liberal y Libre (la del Partido Nacional fue carrera de un solo caballo).
Una sensación de “estos políticos nunca aprenderán, aquí no hay por dónde pasar” se generalizó entre la gente común de todos los partidos.
Y esto trae otras preguntas sobre el nuevo dirigente, que parecía estar a punto de provocar un renacimiento del liberalismo, tan necesario para equilibrar los la vida política del país: ¿Supo Luis Zelaya del fraude con anticipación? ¿Le fue consultado o fue hecho sin siquiera pedir su opinión? El primer caso sería lamentable para el país y podría prolongar el coma inducido en el Partido Liberal. El segundo caso delataría manos poderosas que queFue rrán el timón del gobierno si Zelaya ganara las próximas elecciones.
Nadie más que Luis Zelaya puede contestar estas y otras preguntas, pero antes de las elecciones sus respuestas sonarían a cuentos de campaña.
Es con hechos que debe responder, desde ahora, ante su partido, ante la nación y ante los hondureños.
No se trata de respuestas heroicas, sino de hechos sencillos que prueben transparencia y legitimidad, ya como candidato. Por ejemplo, reorganizar su partido como ente cívico, no para maniobras oscuras; presentar un programa sencillo de gobierno, breve, práctico y realizable; contratar una firma externa para contabilizar y publicar las aportaciones y los gastos de la campaña.
Gane o pierda las elecciones presidenciales, Luis Zelaya podría provocar cambios relevantes y urgentes en el país, o podría agravar el ánimo agachado de los hondureños.
Los hechos dirán, y pronto, si él ha llegado para repartir más de lo mismo, o remontará la tradición de su partido y del país para que, al fin, emprendan mejores derroteros
Hasta que liberales espontáneos, de un partido todavía no movilizado pero ya esperanzado, protagonizan unas inesperadas elecciones internas”.
“A pesar de los escándalos de corrupción y tráfico de drogas de personajes del gobierno y afines a él, es evidente que hay un liderazgo”.