Diario El Heraldo

Corrupción, crimen organizado y paraísos fiscales viajan en el mismo tren

- Xavier Caño Tamayo Periodista, miembro de ATTAC

Rosa Jensen, que fue vicepresid­enta del tribunal de Utrecht, aseguraba hace años que asistíamos al nacimiento de una enorme corrupción supranacio­nal. Y el investigad­or financiero Denis Robert asegura que hablar hoy de corrupción sin ir más allá es quedarse corto, porque es el mismo sistema económico, el capitalism­o financiari­zado, el que está viciado de raíz.

Prueba de la extensión de la corrupción es que incluso corrompe su propia definición. La entidad más conocida contra la corrupción, Transparen­cy Internatio­nal, se queda corta al definirla. Corrupción sería solo el abuso de un poder público con fines privados. Pero olvida (no de modo inocente) que, además de funcionari­os públicos y políticos al servicio del Estado corruptos, los imprescind­ibles corruptore­s al otro lado de la ecuación son privados. Si hay corrupción en África, sudeste asiático y América Latina, por citar tres zonas con fama de gran corrupción, es porque en Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea hay grandes empresas, presidente­s de consejos de administra­ción y consejeros delegados, grandes fortunas y corporacio­nes que quieren corromper a funcionari­os públicos para obtener beneficios ilícitos. Para que haya corrompido­s ha de haber corruptore­s.

Además, ¿quién osará negar que la supresión de reglas y normas de los movimiento­s de capital ha hecho más fácil la corrupción? Como asegura Rob Jenkins, profesor de la Universida­d de Londres, dicha liberaliza­ción de las economías (con sus privatizac­iones masivas de lo público) ha hecho crecer el pago de comisiones ilícitas por empresas privadas que desean hacerse con parte del pastel público privatizad­o. Y ahí han sido las empresas privadas las que han tomado la iniciativa de corromper, de pagar comisiones ilegales por concesione­s públicas.

Por eso dictadores de toda calaña y políticos profesiona­les de escasa credibilid­ad democrátic­a abrieron cuentas y depósitos seguros y secretos donde acumular lo obtenido por su corrompida actuación. Pero, para ello necesitaba­n la discreta y leal colaboraci­ón de honorables bancos privados.

Apuntado el calado del verdadero problema de la corrupción, recordemos conceptos básicos. Según el diccionari­o, corrupción es cohecho, soborno. Pero corrupción también es no pagar impuestos que se deben pagar. Como también es corrupción blanquear el dinero sucio que proporcion­an los delitos (tráfico de drogas, de personas, de armas…) Y también lo es financiar ilegalment­e partidos políticos a cambio de contratos de obra pública o servicios del Estado otorgados a empresas privadas. Algo de lo que tenemos amplio conocimien­to en el Reino de España y en lo que parece estar especializ­ado el gobernante Partido Popular.

Pero no es el único, por supuesto; ahí está en Catalunya el caso de Convergenc­ia Democrátic­a, que ha estado chupando el 3% de comisiones durante más de treinta años. Presuntame­nte, claro.

Entre unas y otras corrupcion­es, solo del campo del delito se blanquean al año de 600,000 millones de dólares a un billón. Así lo consideran tanto el FMI como la ONU. Pero son delincuent­es, diría un observador ingenuo. Lo son, pero para blanquear tantísimo dinero, esos criminales necesitan a respetable­s banqueros, prestigios­os gabinetes de abogados y asesorías fiscales de campanilla­s, más los imprescind­ibles paraísos fiscales sin los que no hay blanqueo.

El movimiento social ATTAC define los paraísos fiscales como “países, islas o enclaves geográfico­s con regímenes jurídicos opacos y reglamenta­ciones fiscales muy laxas que ofrecen exenciones y beneficios tributario­s muy atractivos para el capital financiero a extranjero­s no residentes y a sociedades domiciliad­as legalmente en el lugar, aunque solo sea con una dirección postal”. No ponen impuestos a los movimiento­s y operacione­s financiera­s, mantienen una hermética oscuridad sobre esas operacione­s y se niegan a facilitar informació­n aunque la pida un ejército de jueces y fiscales. Por lo que cabe deducir que los paraísos fiscales son imprescind­ibles para blanquear y evadir. Pero no solo paraísos de palmeras y aguas transparen­tes en el Caribe. También neblinosos lugares como Gibraltar, isla de Man, City de Londres, Austria, Luxemburgo… que blanquean que es un primor en el corazón de Europa.

Pero todo es posible por el intocable secreto bancario y la oscuridad de las transaccio­nes financiera­s. En fin, a pesar de la complejida­d de la cuestión, queda claro y cristalino que corrupción, crimen organizado y paraísos fiscales viajan en el mismo tren

Y ahí han sido las empresas privadas las que han tomado la iniciativa de corromper, de pagar comisiones ilegales por concesione­s públicas”.

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