Sobreviviendo
Alimentarse, así como beber agua y respirar, es una necesidad elemental del ser humano, sin la que vivir sería imposible. Sin embargo, los recursos alimentarios no son igual de asequibles para todos, lo que representa una de las peores formas de desigualdad posible.
Según un estudio de la FAO, el 17% de los hondureños, es decir 1.5 millones de personas, tienen acceso totalmente limitado a la mayoría de los productos de la canasta básica, sobreviviendo con menos de un dólar diario. El 33%, o sea 2.9 millones, tienen un mayor acceso, pero la calidad de la nutrición sigue siendo deficiente. Mientras que al menos el 50% de los casi 8.9 millones de habitantes presentan problemas, entre críticos e intermedios, de inseguridad alimentaria, es decir que no tienen en todo momento acceso físico y económico a los alimentos básicos que necesita. Se trata de una problemática de enorme impacto social. Decía el activista brasileño contra el hambre Josué de Castro: “Pocos fenómenos han influenciado tan intensamente sobre el comportamiento político de los pueblos como el fenómeno alimentario y la trágica necesidad de comer”.
El gobierno, con apoyo de organismos internacionales, palía algunos de los efectos de esta inequidad alimentaria con programas como la Merienda Escolar y el bono Vida Mejor. Sin embargo, hacen falta más y mejores políticas para aumentar el acceso a los alimentos. Según la Encuesta de Hogares 2015, el ingreso per cápita en el área urbana es de 3,675 lempiras y de 1,874 en la rural, y es correlacional con los años de estudio promedio del jefe de hogar; mientras el costo de la canasta básica es de 8,845 lempiras, según los datos oficiales. La educación sigue siendo clave para mejorar los ingresos en cada hogar. Pero se trata también de enseñar a la población a alimentarse mejor, ya que no es la cantidad, sino la calidad de lo que se come. Para el caso, en medio de sus difíciles condiciones, Cuba destaca por cumplir con los principales parámetros nutricionales, según la FAO, gracias al aumento de la oferta de productos sanos y a la elaboración de guías alimentarias.
La inseguridad alimentaria tiene que ver, evidentemente, con la producción agrícola, que debe fomentarse en armonía con los recursos naturales, entre otros factores que corresponde al gobierno abordar para reducir la subalimentación y el hambre