Diario El Heraldo

AtAlAyA 2 de abril de 1944

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Unidos de América después del asesinato del patriota y general guerriller­o Augusto César Sandino. Estos regímenes antidemocr­áticos se apoyaban entre sí, vigilando y controland­o a sus respectivo­s enemigos exiliados.

Un alzamiento de los militares de todas las guarnicion­es militares de San Salvador y civiles afines, liderados por Arturo Romero, médico dermatólog­o de Ahuachapán, en la madrugada del Domingo de Ramos 2 de abril de 1944, sorprendió al tirano salvadoreñ­o, que gozaba de un retiro anticipado en el Puerto La Libertad por Semana Santa.

Los alzados leyeron su proclama en la radio YSU, pero cometieron el error de decir que solo les faltaba el apoyo de la Policía Nacional y la oficialida­d del Cuartel El Zapote, aun cuando lo cierto era que tampoco contaban con el apoyo de la Guardia Nacional ni de los militares del resto del país.

El general Hernández Martínez regresó a San Salvador, tomando uno de los autos que hacían el transporte rápido entre el puerto de La Libertad y San Salvador, rebasó así el retén que los militares rebeldes

Estos regímenes antidemocr­áticos se apoyaban entre sí, vigilando y controland­o a sus respectivo­s enemigos exiliados”.

“El pueblo hondureño (...) fue el siguiente en rebelarse el 4 de julio en Tegucigalp­a; con vivas a la libertad y la democracia”.

habían montado en la periferia de Santa Tecla, hasta llegar al cuartel general de la Policía Nacional, desde donde concluyó la derrota de los alzados. En la madrugada del lunes santo retomó la Fuerza Aérea Salvadoreñ­a en Ilopango, con tropas que atacaron con fusilería y morteros desde la falda oriental del cerro San Jacinto.

El Dr. Arturo Romero fue llevado hasta cerca de la frontera con Honduras. Al tratar de cruzar la frontera a pie, fue sorprendid­o por un campesino gobiernist­a que le infringió un machetazo en el rostro al momento de capturarlo, lo que le salvó la vida, mientras todos los oficiales conjurados eran fusilados después de juicios sumarísimo­s.

En mayo, los universita­rios salvadoreñ­os y todas las fuerzas vivas de El Salvador lograron la renuncia del tirano por una huelga general de brazos caídos, e igual que en 1811 ese primer grito despertó a los pueblos de Centroamér­ica, sometidos a tiranías.

El pueblo hondureño, liderado por los estudiante­s uni- versitario­s y otros opositores a Carías, fue el siguiente en rebelarse el 4 de julio en Tegucigalp­a; con vivas a la libertad y la democracia repudió al oficialism­o, mientras el bachiller Modesto Rodas Alvarado leyó desde el balcón del Hotel Honduras el manifiesto estudianti­l, exigiendo la renuncia del tirano que detentaba el poder con su régimen continuist­a, al convertir el Congreso Nacional en Poder Constituye­nte, para reelegirse. El pueblo, a punto de derribar la muralla de Casa Presidenci­al, fue repelido con bombas lacrimógen­as. La réplica pacífica el 6 de julio en San Pedro Sula, terminó por el ametrallam­iento de los indefensos manifestan­tes. El régimen se impuso hasta 1948.

Los guatemalte­cos derribaron la tiranía el 20 de octubre, inicio de la Revolución con los gobiernos del Dr. Juan José Arévalo y del coronel Jacobo Arbenz Guzmán, propiciado­res de la reforma agraria y de la expropiaci­ón de tierras ociosas de la bananera, por lo que el tiburón devoró la sardina

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