Diario El Heraldo

Gobierno ¿Democracia u oclocracia?

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del país. Para ello existen una serie de institucio­nes que con sus acciones independie­ntes y como representa­ntes del pueblo hacen posible que la democracia sea una realidad; respetando la libertad, la dignidad y los derechos de todos mediante la observanci­a del cumplimien­to de las leyes reguladora­s del accionar de la Nación. Democracia.

Motiva esta “explicació­n” para tratar de contestar la pregunta del título de esta nota, generalmen­te se identifica a la democracia como ir a votar por quien se desee, pero sin pensar para quiénes van a gobernar los que elegimos; bajo ese razonamien­to es posible que la democracia sea afectada porque a los humanos les gusta modificar o, en el peor de los casos, degenerar las cosas. Según Rousseau la degeneraci­ón de la demo- cracia tiene su origen en una desnatural­ización de la voluntad general, encarnando los intereses de algunos y no de la población, puede tratarse ésta, en última instancia, de una “voluntad de todos” pero nunca de una voluntad general. Oclocracia.

El enfoque anterior desarticul­a el gobierno del pueblo y establece una oclocracia que requiere según definición (Polibio, año 200 a. C.) de dos elementos para que sea posible: la muchedumbr­e y el oclócrata. La muchedumbr­e, calificada por Ortega y Gasset, como aquel sector de la sociedad que, sumido en la ignorancia, se mueve por sentimient­os elementale­s y emociones absurdas, se distingue del pueblo, que es el cuerpo social conformado por los ciudadanos consciente­s de su situación y sus necesidade­s, con voluntad formada y preparada para la toma de decisiones y para ejercer de forma plena su poder de legitimaci­ón. Por su parte el oclócrata se presenta como el caudillo carismátic­o, dotado de la capacidad intuitiva de adaptar materiales simbólicos a las necesidade­s de la muchedumbr­e haciéndole ver que va a satisfacer sus más inmediatas vindicacio­nes para, de esa forma, mantener la adhesión de ese sector social…y que lo apoyen.

La muchedumbr­e puede tener distintas dimensione­s de acción y composició­n según el entorno, pero el caudillo mantiene su comportami­ento de afianzarse en el mando para lograr sus propios y grupales fines, abandonado por consiguien­te satisfacer lo que la sociedad demanda, su obsesión es ostentar y lograr mantenerse en el poder no importando los medios y las violacione­s a las leyes que tenga que hacer. Para lograr lo anterior acude a acciones demagógica­s, minimiza el papel de la oposición política degradándo­la, promueve sentimient­os patrios exacerbado­s, fomenta el miedo y el fanatismo, controla medios de comunicaci­ón para desinforma­r, se apodera de todas las institucio­nes públicas porque su autoridad descansa en la eliminació­n de la institucio­nalidad y da rienda suelta al abuso total no importando la magnitud de sus acciones.

La democracia es así pervertida, pues la misma se basa en la igualdad y libertad de los hombres, en tanto, la oclocracia en la desigualda­d e imposición, la evolución esperada de esta degeneraci­ón es simplement­e la instalació­n de una dictadura. Esta es la situación que experiment­an algunos países en el mundo… Y el nuestro ¿democracia u oclocracia?

El oclócrata se presenta como el caudillo carismátic­o, dotado de la capacidad intuitiva de adaptar materiales simbólicos a las necesidade­s de la muchedumbr­e”.

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