Ineficiencia extrema
La burocracia no entiende y atiende como debe ser. O ignora su vocación de servicio o la negligencia es inherente a los burócratas o la corrupción alimenta sus falencias. La burocracia se sostiene con los impuestos y su deber es atender simplificando procesos y obteniendo los mejores resultados.
Sin embargo, no ocurre así para desespero y frustración de la ciudadanía que acude obligada a realizar trámites que por razones diversas, entre ellas la seguridad, son exclusivos de las dependencias gubernamentales.
Tal es el caso de la oficina de emisión de pasaportes, que se ha convertido en un dolor de cabeza para los ciudadanos que tienen que esperar semanas y a veces hasta meses para que le den este documento.
Ya sea para ir a turistear, visitar a familiares o hacer negocios, el pasaporte es necesario para salir del país, ya que no solo es una identificación reconocida internacionalmente sino que acredita también la nacionalidad.
No siempre se pueden planificar los viajes al ritmo en que se emiten actualmente los pasaportes, en un trámite por demás engorroso, sino que hay imprevistos que requieren de atención urgente.
Es en tales casos que el ciudadano opta por pagar un poco más para hacer una cita de emergencia; sin embargo, esa debería ser la excepción y no la norma.
Empero, los requirentes se ven en la necesidad de pagar por lo general más de lo que deberían para lograr un pasaporte en menor tiempo al que usualmente lleva al Instituto Nacional de Migración, de entre 15 y 20 días, aunque hay casos en los que el cliente ha debido esperar hasta cinco meses.
Lamentable e inaceptable ineficiencia que no puede continuar.
Sin embargo, pareciera que a las autoridades las quejas, reclamos y malestares que causa su mala gestión poco o nada importan. Y que el solicitante de un pasaporte debe someterse, aceptar y resignarse, total, el negligente servicio no tiene competencia