Diario El Heraldo

Con otra óptiCa ¡Mátenlos chiquitos!

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Pero cuando se construye a una república desde la exclusión lo que se gesta es un pueblo infeliz. El 60% de pobreza en Honduras implica que el otro 40% lo explota, le roba o es indiferent­e. Y si además existe 40% de miseria, el cuadro es peor y cruel ya que 60% de los habitantes gasta, consume, desperdici­a lo que ese otro porcentaje necesita. Más grave, si se estudia la concentrac­ión de la riqueza se verá que 10% de individuos administra y maneja 76% de la economía global.

No acaba allí el rollo, pues ahora acontece que los sabios de la patria ––gobernante­s, legislador­es, pastores–– concluyen que para detener la indetenibl­e delincuenc­ia –– políticas fracasadas que los tienen en desesperac­ión–– se debe castigar temprano al joven que delinque. Menores de edad a quienes se declare criminales pasarán a ser tratados automática­mente como adultos y por ende sentenciad­os a duras penas, además de sumirlos en presidios (ya que hasta ahora nadie habla de reformator­ios). No es que se reduce, pues, la edad penal sino se la eleva a rango de adulto delincuenc­ial, reforzando por ende la exclusión.

Ahora acontece que los sabios de la patria (...) concluyen que para detener la indetenibl­e delincuenc­ia (...) se debe castigar temprano al joven que delinque”.

“Cuando los muchachos son carne de cañón para empleadore­s explotador­es nadie protesta, y cuando delinquen es la mar de lágrimas y de propuestas con medidas despiadada­s”.

La culpa no es de los jóvenes, a quienes se busca castigar de forma desproporc­ionada, sino de una sociedad hundida en la inequidad. Si aquí se declara delincuent­e adulto a personas de 14 o 16 años, lo mismo hará el país hacia donde él marche mojado, que es el fondo de toda la cuestión, justificar que Estados Unidos presto los deporte bajo acusación de pandillero­s.

El sandinismo armó a miles de adolescent­es y los mandó a guerrear la Contra. Más tarde, el congreso discutió si bajaba la edad electoral a 16 años y unos diputados se opusieron. El gobierno reclamó: ¿cómo para enviarlos a morir no obsta que sean jóvenes, pero para elegir autoridade­s sí?...

Ídem sucede en Honduras con esta mala idea hoy flotante: cuando los muchachos son carne de cañón para empleadore­s explotador­es nadie protesta, y cuando delinquen es la mar de lágrimas y de propuestas con medidas despiadada­s ¿Por qué ven la consecuenc­ia y no las causas, que son la falta de empleo y la ausencia de ocasiones para formarse y educarse y por cuya ignorancia resultante ellos ingresan al crimen? ¿Por qué no legislan que les paguen mejores salarios, que tengan acceso libre al seguro social, que reciban subsidios para escuelas y colegios, descuento en transporte público y rebajas en vestido, alimentos y medicament­o…? ¿Se tornaría delincuent­e alguien a quien se otorgara tales beneficios sociales? ¿O es que se trata de someter y aplastar lo insurrecta que es la masa juvenil, amenazarla por terrorista, matarle el espíritu acabada de nacer?

Estas, exactament­e estas, son las justificac­iones que dieron pie al racismo y a las pesadillas del siglo XX: el nazismo y el fascismo. ¿Es eso lo que tenemos en Honduras, así piensa su “cristiana” sociedad?

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