Redes sociales Debates muertos
pósito de demostrar que se tiene la razón. En consecuencia, el producto no produce ningún fruto, o más bien no hay ningún producto y no se puede pretender llegar a ninguna parte.
No es que esté mal que suceda, los seres humanos necesitamos un espacio para expresarnos y desahogarnos, y qué mejor sitio que este mundo en el que somos incluso más visibles que en la no virtualidad. El problema está en el peso y la relevancia que se le da a dicho espacio, en creer que algunos problemas son tan simples como se nos plantean y las soluciones están con buena voluntad a la vuelta de la esquina. Como no existe ningún filtro de criterio, algunos problemas se simplifican en extremo (en el peor sentido de la palabra) y al creer que están muy cerca y no se alcanzan la sociedad tiene al respecto un alto nivel de frustración.
También es cierto que las soluciones virtuales y las protestas sociales virtuales se quedan allí, sentadas en la virtualidad. Hay una especie de profeta héroe virtual de reclama y denuncia, pero que no se traduce al profeta héroe real. En otras palabras no solo el intento de debate muere en la virtualidad, sino que el sentir y la acción tampoco progresan.
Lo terrible sería que este tipo de discusión invadiera los espacios que siguen siendo los llamados al debate: la academia, la prensa y la sociedad en general. Más bien es bueno que haya intentos de llevar el debate a la virtualidad. Hay que delimitar los espacios, los frentes, las realidades.
No es claro si hay sociedades que se puedan dar el lujo de reducir el debate social a una discusión visceral, pero es claro que Honduras no puede hacerlo. Una sociedad en crisis y decadencia no puede dejar en manos de la discusión sentimental su rumbo, no puede dejar en manos de un debate muerto su destino