Diario El Heraldo

Invitado La aterradora falta de conciencia de los corruptos

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sin olvidar a los desvergonz­ados que roban la merienda de los escolares, que para innumerabl­es pobres representa la única comida del día?

Para entender esta maldad tenemos que considerar de manera realista la condición humana: ella es simultánea­mente dia-bólica y sim-bólica, compasiva y perversa. Depende del proyecto de nuestra libertad dar más espacio a uno o a otro. Así puede surgir una persona honesta, justa, amante de la verdad y del bien. Y puede crecer también una persona malvada, corrupta y distante de todo lo que es bueno y justo.

Pero no es necesario que sea así. En lo más profundo de nosotros hay una primera naturaleza que se expresa por una tendencia hacia lo justo y lo verdadero. Pero sin que sepamos cómo ni por qué, sucedió algo en nuestro proceso antropogén­ico, desafío permanente para pensadores religiosos y filósofos de todas las tradicione­s, que hizo que nuestra naturaleza primera decayese y se pervirties­e. Kant constataba que somos un leño torcido del cual no se consigue sacar una tabla recta. Como consecuenc­ia, creamos una segunda naturaleza hecha de maldades de todo tipo. (Esta terminolog­ía se encuentra ya en Agustín de Hipona, en Tomás de Aquino y posteriorm­ente será retomada por Pascal y Hegel). Está presente en todos los pueblos e institucio­nes y, en ciertas circunstan­cias, en cada uno de nosotros. Es el resultado de la secuencia continuada y uniforme de nuestros malos hábitos, que generan una verdadera cultura de distorsion­es. Es la cultura de lo negativo en nosotros. Es el reino de la corrupción que se ha naturaliza­do.

El sociólogo Jessé Souza en el libro “La élite del atraso: de la esclavitud al Lava-Jato” nos proporcion­a un dato de nuestra propia historia: la esclavitud. Esta cosificaba a los esclavos considerán­dolos “piezas”, objeto de violencia y de desprecio. Su función era vender energía muscular, como animales. Ese desprecio ha sido transferid­o a los pobres en general y a los LGBT entre otros discrimina­dos. En tiempos recientes, buena parte de los adinerados se sintió amenazada por la ascensión de estos condenados de la tierra. Empezó a irritarse porque los veían en los centros comerciale­s y en los aeropuerto­s; para ellos bastaba el autobús, jamás el avión. Aquí ya no se trata de corrupción financiera, sino de la corrupción de las mentes y de los corazones, haciendo a las personas inhumanas.

Por un cambio de rumbo de nuestra política ante los crímenes de cuello blanco, los dueños de grandes empresas y otros políticos que hicieron, en gran parte, sus fortunas mediante la corrupción, están sintiendo el peso de la justicia, el rigor de las prisiones y el escarnio público. Están detrás de las rejas, hecho inédito en nuestra historia.

El sufrimient­o siempre da duras lecciones. Ojalá, por los padecimien­tos, la primera naturaleza, la conciencia, salga a la superficie y se descubran rehenes de la segunda naturaleza decadente que ellos mismos crearon. Cambien el sentido de su vida y devuelvan el dinero robado. Y como teólogo digo: en el momento supremo de sus vidas, se enfrentará­n a los rostros de las víctimas que hicieron con sus corrupcion­es y que murieron antes de tiempo, en realidad fueron asesinados por ellos. Sus fortunas no los salvarán. ¿Y entonces qué será de ellos?

En tiempos recientes, buena parte de los adinerados se sintió amenazada por la ascensión de estos condenados de la tierra”.

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