Crisis La UNAH
Tuve la magnífica oportunidad de educarme en las aulas de la insigne Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Mi padre fue catedrático de esa facultad durante más de treinta y cinco años y se le reconoció como profesor emérito.
Mi vida desde niño estuvo íntimamente vinculada a la UNAH. Desde tempranas horas de la madrugada escuchaba y miraba a mi papá preparándose para poder servir su cátedra de Teoría General del Proceso o de Derecho Notarial con la calidad académica que él también exigía a sus alumnos.
Mi padre entregó su vida a la UNAH. La mayor parte de su tiempo lo pasaba dedicado a asuntos relacionados con la universidad, ya sea sirviendo clases o participando como asesor del Consejo de Educación Superior, en donde dedicó incalculables horas a desarrollar distintos proyectos de ley y reformas que ahora se ven materializadas en una nueva UNAH.
Aun y cuando ya se había retirado de la UNAH, mi padre siempre respondía al llamado que le hacían desde las oficinas de Rectoría o desde el Consejo de Educación Superior, reconociendo en él a una fuente inagotable de experiencia e historia académica que le permitía analizar la problemática universitaria con una perspectiva única, basada en su larga experiencia administrativa y académica, desde que fungió como secretario general durante el período que rectoró la UNAH el ingeniero Quesada, en el que decidieron adquirir las tierras que ahora ocupa la UNAH y se construyeron los edificios insignes del campus universitario, hasta sus últimos años de servicio a la educación cuando fungió como director de la Unatec en Danlí.
Siempre que conversábamos de regreso a casa cuando podía acompañarle, luego de mis clases a inicios de los años noventa, me co- mentaba su preocupación por el desorden que imperaba en la universidad.
Le molestaban muchísimo los altoparlantes que los estudiantes colocaban para hacer campaña proselitista en la UNAH, interrumpiendo con esto la voz de los catedráticos que luchaban porque sus alumnos les escucharan en medio del escandaloso bullicio de la política universitaria.
Los largos períodos de suspensión de clases, por huelgas, por la semana del estudiante o simplemente por los “bochinches” promovidos por los frentes estudiantiles dirigidos desde adentro por seudolíderes políticos o maestros que se congraciaban con los alumnos para que estos luego les eligieran como autoridades universitarias, permitieron que la calidad de los abogados que nos graduamos en esa década no fuese óptima y el resultado está a la vista con la consiguiente mala calidad del sistema de impartimiento de justicia actual en todas sus facetas.
Mi padre se hubiera sentido muy orgulloso del trabajo que ha desarrollado la señora rectora Julieta Castellanos. Con grandes dificultades y ante fuerzas opositoras apoyadas desde afuera por los que han perdido el control de la UNAH, se ha mantenido en el cargo y ha puesto algún grado de orden.
La obra material es evidente, después de que vimos rectorías tras rectorías que pasaban por la UNAH y que nunca concluyeron ni un tan solo edificio o proyecto que iniciaron, dejando más bien contingencias que las nuevas autoridades universitarias han tenido que enfrentar.
No podemos retroceder en este proceso de reforma y reconstrucción de la UNAH. Los que hemos tenido la fortuna de cursar estudios superiores en el extranjero, sabemos cuáles son las condiciones bajo las cuales se imparten clases en las mejores universidades del mundo, el rigor académico, el respeto que se tiene hacia el docente y del docente al estudiante, la firmeza de las sanciones a todo aquel que rompe el orden y la jerarquía administrativa o, peor aún, a quienes dañan la propiedad de sus compañeros estudiantes.
Nuestra UNAH merece seguirse fortaleciendo. El alumno está allí para aprender, no para gobernar ni para decidir. El docente está allí para enseñar y administrar la estructura administrativa y financiera de la UNAH. No permitamos un retroceso, hagamos de la UNAH una casa de estudios a la cual nos sintamos orgullosos de enviar a nuestros hijos. Algo que en la actualidad, tristemente, no podemos hacer
Nuestra UNAH merece seguirse fortaleciendo. El alumno está allí para aprender, no para gobernar ni para decidir. El docente está allí para enseñar y administrar la estructura administrativa y financiera de la UNAH. No permitamos un retroceso”.