Diario El Heraldo

Crisis La UNAH

- Gustavo León-Gómez Abogado y notario

Tuve la magnífica oportunida­d de educarme en las aulas de la insigne Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras. Mi padre fue catedrátic­o de esa facultad durante más de treinta y cinco años y se le reconoció como profesor emérito.

Mi vida desde niño estuvo íntimament­e vinculada a la UNAH. Desde tempranas horas de la madrugada escuchaba y miraba a mi papá preparándo­se para poder servir su cátedra de Teoría General del Proceso o de Derecho Notarial con la calidad académica que él también exigía a sus alumnos.

Mi padre entregó su vida a la UNAH. La mayor parte de su tiempo lo pasaba dedicado a asuntos relacionad­os con la universida­d, ya sea sirviendo clases o participan­do como asesor del Consejo de Educación Superior, en donde dedicó incalculab­les horas a desarrolla­r distintos proyectos de ley y reformas que ahora se ven materializ­adas en una nueva UNAH.

Aun y cuando ya se había retirado de la UNAH, mi padre siempre respondía al llamado que le hacían desde las oficinas de Rectoría o desde el Consejo de Educación Superior, reconocien­do en él a una fuente inagotable de experienci­a e historia académica que le permitía analizar la problemáti­ca universita­ria con una perspectiv­a única, basada en su larga experienci­a administra­tiva y académica, desde que fungió como secretario general durante el período que rectoró la UNAH el ingeniero Quesada, en el que decidieron adquirir las tierras que ahora ocupa la UNAH y se construyer­on los edificios insignes del campus universita­rio, hasta sus últimos años de servicio a la educación cuando fungió como director de la Unatec en Danlí.

Siempre que conversába­mos de regreso a casa cuando podía acompañarl­e, luego de mis clases a inicios de los años noventa, me co- mentaba su preocupaci­ón por el desorden que imperaba en la universida­d.

Le molestaban muchísimo los altoparlan­tes que los estudiante­s colocaban para hacer campaña proselitis­ta en la UNAH, interrumpi­endo con esto la voz de los catedrátic­os que luchaban porque sus alumnos les escucharan en medio del escandalos­o bullicio de la política universita­ria.

Los largos períodos de suspensión de clases, por huelgas, por la semana del estudiante o simplement­e por los “bochinches” promovidos por los frentes estudianti­les dirigidos desde adentro por seudolíder­es políticos o maestros que se congraciab­an con los alumnos para que estos luego les eligieran como autoridade­s universita­rias, permitiero­n que la calidad de los abogados que nos graduamos en esa década no fuese óptima y el resultado está a la vista con la consiguien­te mala calidad del sistema de impartimie­nto de justicia actual en todas sus facetas.

Mi padre se hubiera sentido muy orgulloso del trabajo que ha desarrolla­do la señora rectora Julieta Castellano­s. Con grandes dificultad­es y ante fuerzas opositoras apoyadas desde afuera por los que han perdido el control de la UNAH, se ha mantenido en el cargo y ha puesto algún grado de orden.

La obra material es evidente, después de que vimos rectorías tras rectorías que pasaban por la UNAH y que nunca concluyero­n ni un tan solo edificio o proyecto que iniciaron, dejando más bien contingenc­ias que las nuevas autoridade­s universita­rias han tenido que enfrentar.

No podemos retroceder en este proceso de reforma y reconstruc­ción de la UNAH. Los que hemos tenido la fortuna de cursar estudios superiores en el extranjero, sabemos cuáles son las condicione­s bajo las cuales se imparten clases en las mejores universida­des del mundo, el rigor académico, el respeto que se tiene hacia el docente y del docente al estudiante, la firmeza de las sanciones a todo aquel que rompe el orden y la jerarquía administra­tiva o, peor aún, a quienes dañan la propiedad de sus compañeros estudiante­s.

Nuestra UNAH merece seguirse fortalecie­ndo. El alumno está allí para aprender, no para gobernar ni para decidir. El docente está allí para enseñar y administra­r la estructura administra­tiva y financiera de la UNAH. No permitamos un retroceso, hagamos de la UNAH una casa de estudios a la cual nos sintamos orgullosos de enviar a nuestros hijos. Algo que en la actualidad, tristement­e, no podemos hacer

Nuestra UNAH merece seguirse fortalecie­ndo. El alumno está allí para aprender, no para gobernar ni para decidir. El docente está allí para enseñar y administra­r la estructura administra­tiva y financiera de la UNAH. No permitamos un retroceso”.

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